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El plan de ahorro italiano será de 24.000 millones

El Gobierno lo aprobará mañana.- Sueldos congelados, lucha contra la evasión fiscal y recorte del 10% del gasto ministerial

Reducir el peso del empleo público en el capítulo de gasto y luchar finalmente en serio contra la evasión fiscal y la economía sumergida con el fin de enviar un mensaje de rigor a los mercados y los especuladores que amenazan a la vuelta de la esquina. Esas son las líneas rojas que marcan el plan de austeridad que presentará mañana el Gobierno italiano. Tendrá un valor global de 24.000 millones, y no de 27.500 como se había anunciado. E incluirá la congelación de los salarios de los funcionarios durante dos años, la obligación de facturar todos los servicios por encima de los 3.000 euros y la restricción de los pagos en metálico.

El ministro de Economía, Giulio Tremonti, tiene ya ultimado el plan; esta tarde lo llevará al comité económico del Pueblo de la Libertad, mañana lo presentará a los agentes sociales, y por la tarde, si todo va bien, será aprobado en el consejo de ministros.

Tremonti ha tenido que hacer encaje de bolillos para cuadrar el ahorro de 24.000 millones para el bienio 2010-2011. Los problemas italianos, según la OCDE, proceden no tanto de la elevada deuda acumulada (el 116% del PIB, con un déficit del 5,2%) como de la excesiva carga de la administración pública sobre la economía.

Italia tiene 3,5 millones de funcionarios, y es el quinto país, tras Irlanda, Grecia, Portugal y España, que más ha visto subir el gasto del sector público desde 1999 hasta ahora. Los gastos han aumentado un 42,5% frente al 35,7% de media europea, el 53,1% de España, el 110,8% de Irlanda y el 17,1% de Alemania.

Silvio Berlusconi, obligado a parecer equitativo para no acentuar aun más su caída de popularidad (que se sitúa en el 41%, el mínimo de la legislatura), ha preferido un plan que, siendo creíble de puertas para afuera, no apriete demasiado las clavijas a las capas más pobres y las clases medias, únicos sectores que pagan religiosamente sus impuestos y que han pagado ya, por adelantado, la factura de una crisis que ha generado la pérdida de 900.000 empleos (incluyendo los ERES temporales) y el cierre de millares de empresas en el último año. Según un informe del sindicato mayoritario CGIL, 13,6 millones de trabajadores ganan menos de 1.300 euros netos al mes; de los cuales 6,9 millones menos de 1.000. Y entre 2002 y 2008, la renta media familiar ha perdido cada año 1.599 euros entre los obreros, y 1.681 euros entre los empleados.

Tremonti, único elemento verdaderamente europeísta de un Gobierno que tiende a la autarquía, parece haber tenido en cuenta el 'Informe para relanzar el mercado interno' de la UE, encargado por el presidente de la Comisión Europea José Manuel Durão Barroso al prestigioso economista Mario Monti, en el que el sabio italiano formula diversas recomendaciones para promover la competencia y, sobre todo, para responder a las crecientes inquietudes sociales de los ciudadanos.

Así que, después de mucho barajar, el ministro leguista que no milita en la Liga ha ultimado un ajuste que podrá ser leído, sobre todo, como un golpe de autoridad contra los furbos (los pícaros). Irónico, tratándose de un país donde el rey, Silvio Berlusconi, es el más furbo de todos. Curioso, ya que Berlusconi ha lanzado siempre palabras de aliento a quienes evadían impuestos porque son demasiado altos. Paradójico, ya que en otoño pasado el propio Tremonti aprobó un escudo fiscal que permitió a los evasores a gran escala y a las mafias repatriar 95.000 millones del extranjero pagando una mísera multa del 5%; y sorprendente, porque el intento de restringir el uso de dinero en metálico puesto en marcha por Romano Prodi en 2006 fue inmediatamente cancelado por Berlusconi cuando volvió al Gobierno en 2008 tras ganar las elecciones al grito de "la izquierda quiere un estado de policía fiscal".

Seguramente, Prodi habrá sonreído al ver que las medidas más sólidas del ajuste de Berlusconi afectan sobre todo a la evasión fiscal y al dinero negro; a los gerentes de oro de los 10.000 entes públicos que ganan 200.000 euros de media; a los emprendedores del Made in Italy (hecho en Italia) que producen y facturan el IVA fuera porque es más barato, y a los 500.000 dueños de empresas que tienen la desfachatez de declarar menos de 15.000 euros de renta al año.

El optimista Berlusconi, en todo caso, consumado maestro de la supervivencia, logrará quizá con este ajuste salir indemne y disfrazar la verdad: que la corrupción, la burocracia, los privilegios de la casta política, el inmovilismo de los sindicatos y el creciente poder de las mafias que facturan 150.000 millones de euros anuales y dominan el 22% del PIB (datos de la patronal) son los grandes obstáculos para el progreso, la justicia social y el crecimiento.

Las reformas estructurales que el país necesita tampoco se han hecho esta vez. Pero la situación sigue siendo más dramática de lo que se cuenta, e Italia necesita grandes cambios y grandes sacrificios si no quiere acabar como Grecia. Y sobre todo, una mentalidad nueva. Lo decía Ernesto Galli della Loggia en Il Corriere della Sera hace tres años: "Italia tiene sobre todo necesidad de verdad. Tiene una gran necesidad de que finalmente se rompa el velo de los silencios, las reticencias, a menudo mentiras propias y auténticas, que durante demasiado tiempo el país ha extendido sobre su efectiva realidad".

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