Disney apuesta por un hombre de la casa para sustituir a Michael Eisner
El actual presidente, Robert A. Iger, ocupara el puesto del hasta ahora consejero delegado
The Walt Disney Company, uno de los grandes conglomerados de medios de comunicación mundo, ha anunciado el relevo de Michael Eisner, hasta ahora intocable consejero delegado de la compañía y considerado como máximo responsable de la grave crisis económica y creativa de la compañía. Su sustituto, a partir del 30 de septiembre, será Robert A. Iger.
La elección del nombre del sustituto de Eisner era un juego de dos: el presidente de la compañía, Robert A. Iger, y la jefa ejecutiva de la casa de subastas por Internet eBay, Meg Whitman. El primero, que empezó su carrera hace 30 años en la televisión ABC (filial del grupo) era el que contaba con más posibilidades, según informaba The New York Times en su edición de hoy. Su principal handicap era su condición de hombre de confianza de Eisner. A última hora de la tarde de hoy la compañía ha confirmado que él era el elegido.
El relevo de Eisner, previsto originariamente para 2006, era una reclamación a gritos de una buena parte del accionariado de la compañía a raíz de los problemas con que han topado en los últimos años: el hundimiento multimillonario del desembarco en Internet con el portal Go.com, la incapacidad de la cadena de televisión ABC para liderar las audiencias, los tristes beneficios de los parques temáticos y el fracaso de los estudios de cine en producir películas de éxito por sí mismos.
Tres salvadores
Eisner había llegado al grupo de la mano de Roy Disney, sobrino de Walt, a finales de los 80, cuando la compañía afrontaba su anterior gran crisis. Entre los dos y el genio creativo del productor Jeffrey Katzenberg reflotaron el estudio de cine con grandes éxitos que arrancaron con La sirenita y tocaron techo con El rey león. El incremento de beneficios permitió al grupo entrar en la televisión y en Internet a golpe de talonario, aunque con escaso éxito.
Katzenberg abandonó entonces el barco para crear junto a Steven Spielberg y el productor musical Michael Geffen el estudio DreamWorks SKG, pero Disney se las arregló para sustituir su soplo creativo con un acuerdo con Pixar, una compañía de animación por ordenador creada por el fundador de Apple, Steve Jobs, que por entonces todavía balbuceaba. Sus primeras palabras fueron Toy story, Bichos y Monstruos S.A., los mayores éxitos del género en una década. Ese pacto terminará en verano de 2006 con la película Cars y Disney no ha sido lo suficientemente flexible para renovarlo. En cambio, ha decidido lanzar su propia unidad de animación digital. Sus primeras películas (como (Zafarrancho en el rancho) han sido, como mínimo, poco prometedoras.
Si esta primera ruptura afecta al terreno creativo, la segunda incide en el ámbito emocional: Eisner obligó a Roy Disney a abandonar el consejo de administración del grupo. Los estatutos de la empresa le obligaban a hacerlo porque tenía ya más de 75 años, pero con él se marcharon varias cosas: el último Disney de Disney, y el contrapeso en la balanza: si Eisner ponía el talento financiero, Roy matizaba sus cautas decisiones con fantasía y algo de riesgo. Ahora, desde una plataforma llamada Save Disney, se dedica a liderar la oposición al consejero delegado.
Ocaso de Miramax
Y ahora asistimos a la tercera ruptura: en los próximos días se va a anunciar la salida de los hermanos Weinstein, remedo de los productores de la edad dorada de Hollywood, que han hecho de su compañía Miramax el gran motor del cine de calidad. Disney compró la empresa en 1993, cuando estrenaba Pulp Fiction, y mantuvo a los Weinstein en la dirección. Así, año a año, han copado los Oscar con El paicente inglés, Shakespeare in love y Chicago, y logrado varios taquillazos notables. Pero Eisner pretendía que la filial se dedicara únicamente al cine independiente y de presupuesto reducido, dejando las grandes producciones a otras empresas del grupo; así será a partir de ahora, aunque los precendentes (como la superproducción de la filal Touchstone El álamo, que tuvo una acogida muy fría) no son en absoluto halagüeños.
La puntilla a esta relación la puso el documental Fahrenheit 9/11, producido por Miramax pero que Eisner personalmente prohibió distribuir. Se oponía a lanzar una película tan crítica con la administración Bush a la que se siente muy cercano. Los Weisntein compraron los derechos del largometraje a título personal y negociaron su distribución con una compañía independiente, que hizo de ella un fenómeno de masas en todo el mundo entre los opositores al Gobierno de EE UU y la invasión de Irak.
Tanta debilidad propició que una teleco, Comcast, lanzara el año pasado una OPA sobre el grupo. La oferta fracasó pero sirvió para demostrar que el gigante Disney es un plato exquisito servido en una mesa a la que, por el momento, no se ha sentado ningún comensal. Prescindir de Eisner es una de las pocas formas de evitar el banquete.
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