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Crónica:ATLÉTICO 0 - VALENCIA 0 | FÚTBOL | 22ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Más carreras que pases

El Atlético, rebosante de esfuerzo, no consigue doblegar la resistencia ni la voluntad de hierro del Valencia, equipo corto de pegada y juego

Jordi Quixano

Nadie corre más que el Atlético, equipo que no negocia con el esfuerzo por más que juegue con la lengua fuera, apuesta que convence a la exigente hinchada del Calderón. Tanto es así que se aplaudieron los dos últimos cambios de Simeone -sacó del campo a Diego y Arda Turan, los finos estilistas- cuando a Manzano le supusieron el destierro definitivo. Pero el entrenador no está en duda y tampoco su propuesta, ya bautizada como el cholismo, basada en la entrega sin peros ni remilgos, en el pragmatismo puro, ese que dice que cuando no se puede jugar, más vale correr. Eso ocurrió ante el Valencia, equipo ni fu ni fa este año, al que le cuesta coger el hilo a la Liga porque siempre tiene un decisivo duelo copero a la vuelta de la esquina, pero que aguantó el tipo, bravo y granítico. Así, al Atlético no le alcanzó con la voluntad, las carreras no fueron pases y la entrega, por descontado, no se convirtió en gol.

ATLÉTICO 0 - VALENCIA 0

Atlético: Courtois; Juanfran, Miranda, Godín (Domínguez, m. 56), Filipe Luis; Tiago, Gabi; Adrián, Diego (Koke, m. 81), Arda Turan (Salvio, m. 80); y Falcao. No utilizados: Asenjo; Perea, Mario Suárez y Pizzi.

Valencia: Diego Alves; Miguel, Rami, Víctor Ruiz, Mathieu (Bernat, m. 83); Albelda, Tino Costa; Pablo, Piatti (Jonas, m. 68), Jordi Alba; y Soldado (Aduriz, m. 63). No utiizados: Guaita; Barragán, Dealbert y Banega.

Árbitro: Undiano Mallenco. Mostró la cartulina amarilla a Víctor Ruiz, Miranda, Albelda, Falcao y Diego Alves.

Vicente Calderón: 50.000 espectadores.

Jordi Alba y Juanfran resumieron el choque, eléctrico y con ataques al espacio, sin pausa
Al cuadro de Simeone le pillarán antes en la UCI, por agotamiento, que en un renuncio
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Muchas faltas en el Calderón

Se presumía, en cualquier caso, que al Valencia no le venía en gana el duelo ante un rival que niega el resuello, que reduce el espacio y el tiempo a su mínima expresión. Y se intuía porque el equipo, centrado en la Copa -el título a su alcance-, le desvela, hasta el punto de que solo había logrado tres empates en los últimos cuatro duelos ligueros, desgastado por el doble enfrentamiento ante el Levante y rasgado por el choque ante el Barça, ya en semifinales. Pero, corajudo, el Valencia no le hizo ascos al partido ni al contacto, lejos de medir el ardor, encantado con la refriega. Albelda, cómodo con la escaleta, fue el ejemplo. Pero al fútbol se juega con balón, y eso sí que le supuso un problema al Valencia. Como al Atlético.

Tenía hasta ahora el equipo de Simeone dos caras, la rácana a domicilio, la atildada en el Calderón. Pero ante un equipo de empaque, poco le importó jugar a orillas del Manzanares; el Atlético se vació, pero se encasquilló con el fútbol, sobre todo porque evidenció de nuevo que no tiene quarterbacks para lanzar el juego, con Tiago y Gabi lejos de la confección, una aduana de papel porque el esférico volaba sobre sus cabezas. Viajes dormidos en el pecho de Falcao, siempre atento a las segundas llegadas, definidas por el flanco derecho. Con Adrián en el papel de Daniel el Travieso, revoltoso a más no poder; y con Juanfran al estilo brasileño, carrilero ofensivo a más no poder. Fue, de hecho, su batalla particular con Jordi Alba un duelo eléctrico y apasionado, espejo de lo que fue el encuentro: ataques vertiginosos, al espacio y sin pausa. En una de esas, Juanfran sacó un centro estupendo, conectó Adrián un remate mejor y realizó una parada impecable Alves, siempre excelente bajo los palos, más tembloroso lejos de la sombra del travesaño. Y en otra, Alba se plantó solo en el vértice del área grande, pero su latigazo se desvió en exceso.

No le era extraño el problema de tejer al Valencia, que sin Banega contó con Tino Costa, brioso y desprendido, aunque con la mitad de calidad. También estuvo Albelda, sobrepasado ante las avalanchas contrarias. Solo Piatti reclamó su sitio con los movimientos de entrelíneas y con un disparo que Courtois expelió a las mil maravillas; solo Jordi Alba profundizó para sacar unos centros que no encontraron rematador, toda vez que Soldado anda despistado desde hace un tiempo. Transita el ariete por una de sus malas rachas, como demostró en esa jugada ante el portero rival a la que no supo ponerle el lazo, lento y dubitativo, rebasado a veces por el oportunismo de Aduriz, por más que Emery no le dé carrete.

Le quedaban al Atlético los contragolpes y las jugadas a balón parado, el magnetismo de Godín en cazarlas al vuelo. En la primera, remató alto; en la segunda, fue Alves el que remató a Godín, que abandonó el terreno de juego con pajaritos en la cabeza por el mamporro y con la rodilla a la virulé. Y le restaba al Valencia el arma de Aduriz, un gancho para cualquier pelota huérfana, una alternativa. Tampoco funcionó.

La noche, desabrida, invitaba al abrigo, y los dos equipos primaron coser su portería -aunque la presión fuera alta- a descerrajar la contraria. Extasiados por el desempeño, desbravados de tanto correr, bajó el duelo de revoluciones a medida que echaba el cierre. Era, sin embargo, el momento de este Atlético, que no tuerce el brazo ni a la de tres, que antes le pillarán en la UCI -por agotamiento- que en un renuncio. El contragolpe expresó su voluntad, con un zapatazo de Gabi que sacó astillas al poste y con un doble remate de Falcao que no besó la red de milagro, el que consiguió Rami al cerrar a tiempo las piernas. Pero se corrió más que se jugó y con eso no siempre se marcan goles.

Diego cabecea el balón ante Mathieu.
Diego cabecea el balón ante Mathieu.JUANJO MARTÍN (EFE)

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