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LA PARADOJA Y EL ESTILO| | PROTAGONISTAS
Columna
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Bajo el volcán

Boris Izaguirre

Antes, en España, hasta los años ochenta, muchas de las mujeres que decidían abortar tomaban un avión y, sentadas, viajaban a Londres para la intervención. Ahora, gracias a Ryanair y al Gobierno, podrán hacerlo de pie. La línea aérea espera la autorización legal para instalar asientos verticales en sus aviones, y el ministro de Justicia espera viajar hacia atrás en el tiempo, acompañado de la palabra progresista, con su reforma de la ley del aborto. De repente, el año 1985, aquel desde el que se viajaba en el tiempo en la película Regreso al futuro, vuelve a nosotros. Y ahora estamos a un paso de viajar hacia atrás y de pie.

Vemos que cuando giras a la derecha, vas a la derecha. Un voto en ese sentido y los obispos cogen la mano gubernamental para no soltarla jamás. Va todo en la misma dirección. Leyes, reformas, viajes, saludos. Incluso la palabra progresista progresa hacia la derecha. Siempre se habla de las dos alas del Partido Popular: la conservadora y la liberal. Pero a vista de pájaro parece que la que de verdad vuela, la que rige, es un alma católica de toda la vida, poco dispuesta a dejar volar los espíritus libremente, liberalmente. Del culto a lo liberal es capaz de pasar al culto eclesial de un plumazo. Ala liberal, aleteo conservador.

Jesulín llevaba 18 meses sin ver a su hija. "¡Qué grande está!", exclamó, sintetizando lo que significan para todos 18 meses en estos tiempos difíciles

Este ajetreo en una sola dirección ha eclipsado la que se suponía sería la noticia de la semana: el cumpleaños del príncipe Felipe en la isla de El Hierro. Sí, los príncipes fueron y el volcán les recibió con un soplido. La naturaleza subrayó que el cumpleañero real y su esposa salían de un volcán familiar para acercarse a uno natural. Es tiempo de volcanes: el paro es una lengua de lava que no cesa. El Gobierno insiste en una avalancha de reformas. Rubalcaba y Chacón esperan señales de humo. En El Hierro todos deseaban que la visita principesca devolviera visibilidad al conflicto de lava y mar, pero la noticia languideció cuando el presidente del Gobierno decidió hablar ante un micrófono entreabierto. No salió lava por su boca, pero sí algo similar: huelga, reforma laboral, herencia terrible. Todo explosivo y caliente. Aunque todos nos fijáramos en las palabras de Rajoy, alguien debería preocuparse en saber cómo se habrán quedado los ministros de Finlandia y Holanda después de escuchar tanta mala noticia. Incluso se puede cuestionar si es buena idea de parte de Rajoy estrenarse en esas reuniones europeas con tanta ceniza. Y gas. Y sería interesante analizar por qué escogió precisamente a los representantes de Finlandia y Holanda. Finlandia, como se sabe, es la cuna de Papá Noel, esa agradable persona que solo sabe dar regalos y positividad. Pero es también un país poco afectado por la crisis. No hay tanta nieve como antaño, pero no se ha detenido el crecimiento económico. A lo mejor Rajoy llegó hasta esos señores porque estaban a la derecha en la fila de saludos. Holanda, por otra parte, es justamente una de las naciones con las que los catalanes gustan de compararse.

Rajoy, como la princesa de Asturias, no habla, por lo cual sus gestos requieren estudios exacerbados. Aunque ahora envíe globos sonda ante micrófonos liberados.

Eclipsado el cumpleaños del príncipe por nubes de vapor y gas, su esposa decidió vestir ese día un oxidado modelo en homenaje al hierro que da nombre a la remota isla. Pero, al igual que Rajoy ante los ministros de la Europa saneada, Letizia ofreció más señales de sí misma, y de su interior sismovolcánico. El problema de Letizia es que tiene que conciliarse con las reglas de su rol como princesa. No puede seguir con eso de querer hablar cuando ningún micrófono está abierto para ella. Ni luchando contra su aspecto, cuando ese es casi por ley el único lenguaje del que dispone. La princesa puede vestir de algodón, ¡pero no tan arrugado! La exageración tan solo ofrece incomodidad. Como si estar allí en realidad fuera un rugoso fastidio para ella.

Para terminar de ahumar la visita principesca, Jesulín, aquel torero sex symbol de los noventa, intérprete del volcánico hit musical Toa, Toa, es portada de muchas revistas al visitar a su hija Andrea. El diestro llevaba 18 meses sin verla. La visita destensa la relación con la también princesa sismovolcánica Belén Esteban. "¡Qué grande está mi hija!", exclamó Jesulín, sintetizando para todos lo que significan 18 meses en estos tiempos difíciles. El torero venía de lidiar en un intento por alejarse de esa imagen de caballero rural con jersey apolillado, que sin proponérselo se ha convertido también en una imagen de nuestra crisis. Jesulín, cantante y héroe de las plazas, era ese español vestido de Versace, feliz en incorporar los brillantes colores de los trajes de luces a la vida civil. El alocado varón moreno que recogía ropa interior de sus fans, un Tom Jones del toreo. Belén Esteban lo conquistó desde la caja de un supermercado, y María José Campanario, desde la enfermería después de un accidente casi mortal. Jesulín era ese español que escalaba el volcán y se plantaba ante su boca pidiéndole lava. Ahora no se venden versaces, el reencuentro padre-hija es también una luz al final del túnel. Los volcanes se apagan. Quizá en 18 meses la crisis será gas, y la derecha, la dirección correcta.

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