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Atenas y la banca piden al BCE que asuma pérdidas en el rescate

Los acreedores admiten que tendrán minusvalías del 70%

El pacto final para el segundo rescate de Grecia, el que implica que los fondos y bancos acreedores asuman pérdidas, no acaba de cerrarse del todo y la presión crece para que el Banco Central Europeo (BCE) participe en ese esfuerzo. Ayer, el ministro griego de Finanzas, Evangelos Venizelos, pidió que el BCE, el mayor tenedor de bonos griegos, también renuncie a cobrar una parte. "Debemos movilizar al BCE", afirmó en el Parlamento heleno.

También el consejero delegado del gigante Deutsche Bank, Joseff Ackermann, lo pidió tras admitir en la presentación de resultados de la entidad que los acreedores privados tendrán que asumir pérdidas reales del 70% de su inversión de deuda griega. "La solución está cerca y todos deberían contribuir", dijo Ackermann, que es presidente del Instituto de Finanzas Internacionales, que representa a la banca en las negociaciones.

Los 17 ministros de Economía de la zona euro se reunirán el próximo lunes en Bruselas para tratar de alcanzar ese acuerdo definitivo para Grecia. Las negociaciones se desarrollan en un doble plano. Por una parte, están las conversaciones con la banca para que asuma la pérdida y, por otra, la exigencia de la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para que el Gobierno de Atenas aplique nuevos ajustes y reformas como condición previa de concederle un segundo paquete de ayudas de entre 130.000 y 145.000 millones. Ambas negociaciones están ligadas.

En concreto, el Gobierno griego y la UE negocian con el sector privado (bancos y compañías de seguros) tenedores de bonos y deuda pública griega un acuerdo por el que estarían dispuestos a asumir una quita del 50% de los 200.000 millones de su inversión en Grecia. "Las negociaciones son ultradifíciles" reconoció ayer Jean-Claude Juncker, presidente del Eurogrupo y primer ministro de Luxemburgo. La operación se haría mediante un canje o swap de los títulos de deuda por otros nuevos a un vencimiento muchísimo más largo, de hasta 30 años.

El punto conflictivo está en el tipo de interés de los nuevos bonos. Los acreedores privados exigen al menos un 4% de rendimiento, mientras que la UE presiona para rebajar el tipo hasta el 3% para permitir que el país salga del atolladero. Cuanto más bajo el interés, mayores las pérdidas para la banca, aunque la quita nominal sea del 50%, por eso se habla del 70%.

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