Respirar
La mejor garantía para los consumidores de medios de comunicación es la oferta variada. Por eso resulta triste la amenaza financiera que pende sobre el periódico Público, evidencia de la crisis publicitaria general. Del mismo modo, la absorción de La Sexta por Antena 3 genera inquietud. Mientras la primera ejerce como la única cadena crítica con el gobierno actual, la segunda es la que muestra mayor sintonía con el mensaje del poder conservador. No parece problema para una empresa que fue capaz de sostener simultáneamente, durante la más feroz campaña anticatalanista, los diarios Avui y La Razón. Pero sería una lástima que La Sexta perdiera el impulso que nutre sus únicos programas identificables, entre tantísimo enlatado sin alma, para convertirse en una segunda marca plana y sin aristas.
De ahí que tuviera tanto interés el reportaje de La Sexta Columna sobre la catástrofe financiera española. Titulado 'Yo pago, tú pagas... ¿quién se lo lleva?', fue un repaso ágil y pletórico de imágenes y declaraciones de archivo que dan para una tesis sobre la falta de rigor político y la mentira. Quizá su mayor lastre era intentar exculpar al gobierno socialista de la crisis, como si fueran sujetos pasivos de un terremoto provocado. Resultaba chocante escuchar al ministro Miguel Sebastián entre un coro de expertos independientes y economistas críticos. Hubiera sido más conveniente que apareciera con el rostro pixelado y la voz ecualizada, para que no le identificáramos y nos invadiera la incomprensión.
En ese sentido, la vuelta de Salvados ofreció un puñado de momentos enriquecedores. Jordi Évole, con su ingenuidad avispada, entresacó joyas como la venta en 2006 de una enorme reserva de oro por parte del Banco de España al peor precio posible, la responsabilidad de esa misma institución en el desmadre crediticio y la transparente declaración de un antiguo empleado de banca sobre la mentira y la manipulación que las instituciones financieras prodigan a sus clientes. Aunque la amenaza no es tanto que en España pueda producirse algo similar al corralito, como se cuestiona Évole aterrado por sus amigos argentinos, sino que aquí el acoso promete cercenar derechos sociales, poder adquisitivo de las clases medias y multiplicar las desigualdades. Suficiente para que la crítica razonada sea tan necesaria como el respirar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.