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Columna
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El empleo, el bien más escaso

Joaquín Estefanía

El 10% de los empleos perdidos durante la crisis pertenecen a España.

Las cifras de la encuesta de población activa conocidas el pasado viernes (5,27 millones de desempleados, el 22,8% de la población activa) corroboran que el verdadero factor diferencial de la economía española en relación con sus pares no es el déficit ni la deuda pública o la debilidad de su sistema financiero, sino la tasa de paro insoportable. Ello se manifiesta no solo en los principales datos publicados y en los desagregados (paro juvenil, de larga duración, factores de exclusión como los millones de hogares sin un sueldo o sin que entre ya en sus casas el seguro de desempleo, etcétera...).

Ese diferencial también se muestra en la comparación con otros países y con las tendencias del paro global. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) acaba de hacer público su informe sobre Tendencias mundiales del empleo 2012 y según el mismo el 6% de la población activa total está en paro: unos 200 millones de personas no tienen puestos de trabajo, de las cuales 27 millones lo han perdido desde que se inició la Gran Recesión. De los dos centenares de desempleados, el 2,65% corresponde a España, un porcentaje desproporcionado si se tiene en cuenta que nuestro producto interior bruto (PIB) solo representa el 1,7% del total mundial. Esta proporción adquiere tintes de alarma social si las comparaciones las hacemos respecto a los años de la crisis: de los 27 millones de empleos perdidos, 2,7 millones pertenecen a nuestro país, ¡el 10% del total! ¿Qué está ocurriendo? Además de la ausencia de crecimiento económico, de crédito para las empresas y las familias y de las rigideces del mercado de trabajo, habrá que considerar también la calidad de un tejido empresarial que expulsa a tanta gente.

El 90% del gasto público adicional en el mundo se ha dedicado a rescatar a bancos

La OIT habla de una crisis económica en tres etapas. En la primera se respondió con medidas fiscales y de estímulo coordinadas que, si bien permitieron la recuperación del crecimiento, no bastaron para conseguir una recuperación sostenible del empleo, sobre todo en las economías avanzadas. La segunda etapa se significó por el aumento del déficit público, los problemas de deuda soberana y la adopción de mayores medidas de austeridad para tranquilizar a los mercados de capital; el impacto debilitó tanto el crecimiento como el empleo.

La tercera etapa, la actual, se caracteriza por el endurecimiento de esas políticas, la persistencia de un elevado nivel de paro, la segunda caída del crecimiento y lo que la organización de la ONU denomina "una reducción del espacio público, lo que hace difícil detener, o al menos frenar, el mayor debilitamiento de las condiciones económicas". La OIT recuerda que a pesar de que el 90% del gasto público adicional se ha dedicado al rescate de bancos, "la industria financiera sigue estando en situación de riesgo extremo" y ello debilita su capacidad de conceder préstamos a la economía real. ¿Cómo es posible?

El informe del organismo multilateral con sede en Ginebra llama la atención, una vez más, sobre los peligros políticos, sociales y económicos del paro juvenil, un 12% mundial en los menores de 25 años (frente a un 48% en España), que podrían ser más si se toma en cuenta una circunstancia inquietante: hay más de seis millones de jóvenes en el mundo que han perdido las esperanzas de encontrar empleo y se han apartado del mercado de trabajo por completo. Incluso quienes tienen empleo tienen cada vez más probabilidades de encontrarse trabajando a tiempo parcial, a menudo, con un contrato temporal. En los países emergentes es excesiva la proporción de jóvenes entre los trabajadores pobres.

La OIT traza la meta que deberían asumir los responsables políticos para evitar el grave problema de desempleo y el déficit generalizado de trabajo decente: además de los puestos de trabajos perdidos en la crisis y antes de ella, se necesitarán en una década 600 millones de empleos para incorporar a los jóvenes que entran en edad de trabajar. Y aun así quedarán 900 millones de trabajadores que viven con sus familias con unos ingresos inferiores al umbral de pobreza de los dos dólares por día, sobre todo en los países en desarrollo.

Estos son los términos del debate principal. Sin superlativos y con distancia. No otros.

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