Cordialidad pese a la tensión

Tres días después del partido de Copa contra el Madrid, de gran intensidad física y emocional, el Barça necesitaba ganar en El Madrigal para no perder la estela del conjunto de Mourinho en la Liga. Pero al Villarreal le iba la vida en el duelo. A pesar de la tensión del choque, en el túnel de salida al terreno, en los instantes previos, los jugadores de ambos equipos se saludaban afectuosamente como compañeros de profesión que son. Nada que ver con la crispación de los enfrentamientos entre el Barça y el Madrid en las dos últimas temporadas. En la grada, ambiente cordial salvo un reducido grupo de aprendices de ultra, de nuevo cuño, que se ha instaurado en una esquina del recinto y que pone una nota discordante en una afición, de siempre, educadamente modélica.

Con la baja de última hora de Pedro, con una contractura en el aductor izquierdo, y con Alexis inicialmente en el banquillo con problemas en un hombro, a Pep Guardiola le tocó reinventar de nuevo al equipo poblando el terreno de centrocampistas con Alves y Adriano de extremos y con Messi a su libre albedrío. El Barça salió a por todas mientras el Villarreal ejercía la presión cerca de su área. Messi pudo adelantar al conjunto azulgrana al quedarse solo delante de Diego López. Su vaselina salió ligeramente desviada. Ocurría al cuarto de hora.

A partir de ese instante, el Villarreal aumentó el ritmo, adelantó unos metros la presión y metió un problema al Barça, que entendió que necesitaba dar lo mejor de sí para sacar una victoria necesaria. Las cosas no pintaban bien para el Barça en el segundo acto y Guardiola recurrió a Alexis, recuperado milagrosamente el chileno a última hora. Intentó el equipo azulgrana hasta el final conseguir una victoria que no le dejara lejos del Madrid. Ahora está a siete puntos.