Devoción desbocada
Hay unos pajecillos llamados seises que danzan ante el Santísimo de la catedral de Sevilla en solemnes ocasiones del calendario litúrgico y van ataviados con un traje diseñado en el siglo XVI que les da un aspecto de miniguardias suizos. Debió de ser enorme el impacto estético causado en los ojos de uno de ellos, Miguel Fargoso, que, tras años de ensayos ante el altar mayor y empape de la mejor iconografía religiosa, tradujo esta pasión en un local de copas único en el mundo que no podía estar en otra ciudad que Sevilla, donde el minimalismo está de más.
Hace 34 años que Miguel abrió las puertas de Garlochi (título que homenajea una tonadilla de Isabel Pantoja y que en caló significa "corazón"). Por aquí han pasado desde Madonna y John Galliano hasta Lady Di y el príncipe de Gales cuando visitaron la Expo 92. Hoy acoge un público que, en palabras de Miguel, es "el arca de Noé".
El dramatismo kitsch caracteriza el recinto: pasos de palio, dolorosas, ecce homos, angelotes por doquier, ornamentación barroca sin respiro, kilómetros de brocatel y, por supuesto, un bulto redondo de un pequeño seise. Lo más interesante son los altares que actualizan esta decoración y cambian en función del calendario (Feria de Abril, Cruces, Semana Santa) o interpretan una noticia bomba relacionada con la ciudad o un personaje querido: que se casa la infanta Elena, levantan un altar; si es la duquesa de Alba, ídem. Y si se va un mito como Rocío Jurado, cómo no homenajearla a base de mantones de Manila coronando su efigie tridimensional.
La coctelería sigue esta línea de autenticidad con tragos de nombre tan sugerente como Sangre de Cristo o Agüita de Sevilla. Si House of Gaga tuviera un barman con necesidad de inspiración, no tendría más remedio que venir aquí.
Babelia
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