i-Hirst
Nueva York, Beverly Hills, Londres, París, Atenas, Hong Kong, Roma, Ginebra... La ruta está trazada para quien tenga dinero suficiente o tiempo -que a veces tampoco sobra. El recorrido por algunas de las ciudades más emblemáticas del mundo -o al menos de las que sonaban más en la vieja era, la que está llegando a su fin- vale la pena para los seguidores del controvertido Damien Hirst, del cual siempre me hago el propósito de no escribir pero del que acabo siempre escribiendo, porque las propuestas que hace son tan enloquecidas que no lo puedo evitar -a lo mejor porque soy muy warholita y nunca sé si son una crítica o una afirmación del sistema. Imaginen que ahora ha hecho un lanzamiento mundial de sus viejas/nuevas pinturas de puntos, grandes o pequeñas superficies de círculos de colores, enanos y contundentes, en todas esas ciudades a la vez.
Se trata de una exposición antológica: Las pinturas de puntos completas: 1986-2011. De hecho, en la archifamosa Sensation, la colección Saachi presentada en la Royal Academy de Londres en 1997 que lanzaría a Hirst a la fama internacional, ya estaban presentes aquellas pinturas de puntos a medio camino entre Sophie Taeuber-Arp, operación warholiana y muestrario de pintura de paredes. Era raro verlas al lado de las ovejas, las moscas... el zoo completo, zoo que las eclipsaría porque los animales troceados acapararon la atención de los buscadores de emociones fuertes -la mayoría-. Las dos propuestas eran tan dispares que costaba creer que hubieran salido de la misma imaginación: los puntos desentonaban con el resto. Aunque en la nota de prensa para este proyecto Hirst declara con ese desparpajo envidiable suyo que siempre ha sido un "colorista": "Me apasiona el color. De ahí salen las pinturas de puntos: para crear la estructura con colores sin más".
A ver lo que dura. En esta ocasión la buena noticia es que parece que no nos va a seguir torturando con calaveras de brillantes ni bichos muertos. Es más, algunas de las pinturas son realmente elegantes, muy bellas. Otras están un poco mal pintadas -no sé si será que hay ayudantes menos eficaces o que al cabo de repetir tanto circulito se acaba un poco mareado-. Desde luego, lo que sí me parece es que son excesivas en número: si en Nueva York y Londres el visitante se siente abrumado ante la enorme cantidad en varias sedes al tiempo -tres en la primera y dos en la segunda ciudad-, imaginen todo eso amplificado a tres continentes. El lanzamiento global de las exposiciones, todas inauguradas el mismo día, ha sido patrocinado por la galería Gagosian, una de las más poderosas del mundo, casi tanto como la reina de Inglaterra, y si lo que esperaban era llamar la atención, lo han conseguido.
Como suele ocurrir con las puestas en escena de Hirst, el asunto conlleva cuestiones que, dejando a un lado la calidad de los trabajos, parecen inevitables. ¿Obras de taller? ¿Imagen corporativa? ¿Lanzamiento global de un producto que habla más del poder de la galería que del artista o del producto? Porque al final, lo que realmente despierta la curiosidad en esta maniobra es ver cómo una obra de arte puede convertirse en un producto de mercado que hay que lanzar con buen timing, como un iPhone, para hacer más ruido y lograr que nadie quiera quedarse fuera del evento. Y yo que pensaba que la obra de arte era otra cosa... Les dejo que voy a tomar una tila -me pasó lo mismo cuando salió el iPhone-. Estos lanzamientos globales me producen mucha ansiedad.
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