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Reportaje:

El retrato de la minería

La declaración de conjunto monumental garantiza la conservación del paisaje y las instalaciones del pasado industrial de Gallarta

"Es como tener en casa un retrato del abuelo para que los nietos que no le conocieron sepan como era". Carmelo Uriarte, presidente del Museo de la Minería del País Vasco, ha defendido siempre que la corta de Bodovalle y su entorno debe quedarse como era cuando en 1993 acabó la actividad minera en Gallarta, en el municipio de Abanto y Ciérvana. "Tenemos que matenerlo para que recuerde como era nuestra forma de vida. Es un lugar que habla de una historia social, humana y económica", repite.

A finales de 2011, después de muchos años de pelea, consiguió su objetivo: las huellas del pasado minero de Gallarta fueron declaradas conjunto monumental por el Departamento de Cultura.

Uriarte -hijo y nieto de mineros y trabajador del sector durante 40 años- aplaude la protección del paisaje que sigue rodeando su vida. A poca distancia del Museo de la Minería, donde acude cada día, se distingue la corta de Bodovalle, el núcleo del conjunto monumental. La actividad humana intervino en la naturaleza para crear un paisaje singular, un ejemplo único en Euskadi.

En los años setenta fue la segunda explotación de hierro en Europa
Destaca el valor del corte geológico, que marca el punto más bajo del País Vasco

Por una parte destaca el interés del corte geológico, que marca el punto más bajo del País Vasco, situado 37 metros por debajo del nivel del mar. En esa falla de 700 metros de largo, 350 de ancho y 150 metros de profundidad, se inició la minería a cielo abierto a finales del siglo XIX.

A la parte física se suma el testimonio de una forma de vida y producción. Fue la última explotación minera que se mantuvo activa en Bizkaia. Las minas Manuelita, Concha II, San Miguel, San Benito y Ser dejaron un enorme boquete en forma de cono invertido, en el que ven los escalones que fue dejando la explotación. A simple vista no se distinguen los 50 kilómetros de galerías subterráneas en las que se siguió arrancando del mineral de hierro en las tres últimas décadas de vida de la explotación. En los años setenta fue, con 500 trabajadores, la segunda explotación de hierro más grande de Europa.

El museo es el alma del pasado minero de Gallarta. En el edificio del viejo matadero rehabilitado se conservan desde las vagonetas a las lámparas de los mineros. El conjunto monumental engloba también los restos del ferrocarril de la Orconera que comunicaba las minas con el embarcadero de Lutxana y el castillete de la mina Ezequiela, una torre metálica que servía como chimenea de ventilación de las galerías, entre otros restos de la actividad minera que conviven con testimonios de la vida doméstica.

A pocos metros del museo se conservan dos antiguas casas mineras, sencillas construcciones con estructura de madera, y una cuadra, donde se guarecían los caballos utilizados para el arrastre de vagonetas cargadas de mineral.

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