_
_
_
_
Crítica:Don Winslow - Salvajes | LIBROS | NARRATIVA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Delincuencia tolerada

"La violencia del narcotráfico en México se filtrará al otro lado de la frontera... como los mojados que la atraviesan", afirma Don Winslow, Nueva York, 1953, en Salvajes, su nueva novela publicada por Ediciones Martínez Roca. Es una declaración poco perturbadora para un lector enterado, que sabe que en la guerra que se libra en México contra el narco la presencia norteamericana es determinante, no sólo por el incesante tráfico de armas de última generación, sino por la injerencia directa en el conflicto: espionaje aéreo, declaraciones conjuntas de gobernantes, "Rápido y furioso", preparación de cuadros tipo escuela de las Américas de angustiosa memoria, y por supuesto, el inmenso mercado de la adicción.

Salvajes

Don Winslow

Traducción de Alejandra Devoto

Martínez Roca. Barcelona, 2011

352 páginas. 18,90 euros

Con solvencia estilística, ritmo dinámico y un tono conversacional, Winslow ficcionaliza el choque entre dos norteamericanos que producen mariguana recargada y el cartel de Baja, una organización de mexicanos dirigido por una mujer que se apoya en Lado, sanguinario jefe surgido de Los Zetas, banda que se distingue por su salvajismo. En el choque, está de por medio el ávido mercado del condado de Orange, donde viven Ben, Chon y Ophelia, su chica multiorgásmica, a quien aman al extremo. Tanto el campo de los protagonistas como el de los antagonistas se hallan perfectamente definidos; Winslow no desperdicia significativas dosis de ironía a la sociedad de consumo, a la supuesta vida sana, a los entrenadores de autoayuda, a la paternidad, a los profesionistas mal ubicados, a algunos órganos policiacos, a la comida rápida y a los mexicanos que están allí, haciendo trabajos de baja estofa en la zona de Laguna Beach que es realmente hermosa. Ben y Chon son blancos, altos, guapos, inteligentes, creativos. Ophelia es blanca, decidida, osada, cachonda. Lado es cruel, viola a su mujer, Esteban es ingenuo y responsable del embarazo de su novia, y Elena, la jefa, es una viuda sentimental, con un hijo inútil para el crimen y una hija diferente.

El autor dosifica correctamente la tensión narrativa a través de numerosas atmósferas emotivas intercalando los campos. La historia gira alrededor de los personajes y avanza en espiral. Es una novela que se basta a sí misma, es decir, no requiere del contexto real como cimiento seguro. Todo está allí y es suficiente; Winslow trasciende el espacio con héroes muy norteamericanos: chicos playeros con fortunas de seis dígitos, preparados en ciencias y acciones militares, desinhibidos en lo sexual y, desde luego, capaces de defender sus intereses hasta el heroísmo más puro, el que es provocado por una agresión al ser amado. Es una novela que disfrutarán los que les gusta leer historias sin importar otra cosa, y también los amantes de la narrativa contemporánea donde los autores mezclan, alteran la manera tradicional de crear capítulos, apuestan en serio a la tensión, dejan que los lectores colaboren en la creación de los perfiles físicos y psicológicos de los personajes y convierten su pasión por contar en prosa pura. Sin duda, Winslow ha superado con mucho el espíritu informativo de su obra anterior.

En Salvajes la sociedad delincuencial es tolerada. Chon y Ben son chicos lindos que han creado una red para producir y distribuir su cannabis especial sin que nadie salga perjudicado y haya dinero para todos; desde el agente padre de familia hasta los que cuidan las casas donde crece la hierba con técnicas hidropónicas. Todo bien. Hasta que aparece el cartel de Baja, que asesina, corta cabezas y pretende apoderarse del territorio. Son salvajes, piensan unos de otros. Es interesante el papel que juegan las mujeres en la historia, lo mismo que los personajes bisagra que aparecen en el momento oportuno y se esfuman enseguida.

Es evidente que Winslow no cuenta todo lo que sabe del trasiego entre Tijuana y el ecológico sur de California y es justo lo que salva la novela como tal: un universo de ficción donde la realidad es referente pero no la clave, donde la voluntad de estilo no decae para poner ante nosotros un escritor comprometido con su arte, que se divierte: "Si haces lo que te gusta, no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida", y que tuvo el valor de dejar el asfalto neoyorquino por el sol de California.

Imagen captada en 2010 en la Ciudad Miguel Alemán (México).
Imagen captada en 2010 en la Ciudad Miguel Alemán (México).KATIE ORLINSKY / CORBIS

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_