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Columna
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Alborada de Perbes

Lo que son las cosas. A la ciencia le llega su cruz en este calvario de prestamistas y fariseos. No a los flamantes gadgets hechos en Seúl o en Cupertino, no a las tabletas y a los lectores de penúltima generación, ni a las terminales que encuentran el punto G en un instante, sino a esos investigadores que trabajan con ratoncitos en el laboratorio y descubren vacunas y pastillas para la tos, genomas y ácidos ribonucleicos. Tiempo de silencio y de cobayas. Miles de personas en bata que, donde antes ponían la cruz de la religión, piden ahora una cruz, una humilde cruz, para la ciencia y que los cristianos se apiaden de la investigación y los científicos proclamen el Dios nos ayude. Ay, que parecen los tiempos de Galileo y a este paso al que se le pare el corazón después de las seis de la tarde lo tendrá chungo en el Estado de las Autonomías. Hospitales a medio gas y la quimio por las nubes, urgencias de pago y personal con las cacerolas en la rúa, no digamos las pastillas Farjas, que pronto se ahorrarán hasta el prospecto. Y cuando llegue la campaña del IRPF esto va a parecer Salamina, por mucho que los correligionarios de Montoro digan que hay que arrimar el hombro (ahora sí, antes no) y que la bancarrota valenciana es una turbulencia pasajera mientras Camps termina el ensayo sobre la traición y la sastrería a medida. Ríanse ustedes de la Cidade, que parece un plan de austeridad comparado con ese derroche pirotécnico y arquitectónico de facultades... Claro que con cinco millones de parados no remonta las encuestas ni David Cal, y eso va a pesar mucho para levantar a esta oposición que perdió hasta la moral y no sabe por dónde empezar la travesía del desierto.

Esta oposición perdió hasta la moral y no sabe por dónde empezar la travesía del desierto

Ay, ay, ay que las cosas en el Ruedo Ibérico cargan con su cruz y su tiempo, según Rajoy, al que le va bien lejos de la hoguera, que se siente bien fuera del banco azul, que está redecorando su vida en La Moncloa y manda a Soraya a luchar contra la Armada el año que se cumple el bicentenario del Viva la Pepa, ellos tan liberales que prefieren estudiar bien la situación, visitar las tropas, revisar contratos antes de emitir juicio, o sea El Juicio, que la cosa estuvo muy desmandada, que la culpa fue del zipizape. Y mientras, el rey Baltasar en el banquillo por prevaricación, que se la tenían guardadita los magistrados, por mucho que Baltasar les ayudara en su momento con los GAL, aquella chapuza de policías tóxicos que se perdían por Irún.

Por mucho que Sarkozy, Toisón de Oro, que hay que ver como luce el gabacho en la Corte española, le recuerde sottovoce que no son las agencias quienes gobiernan el mundo, el gallego debe tener esa idea rondándole en la cabeza desde que el profesor Guindos le ha metido en la mollera que no hay antes y después de Lehman, sino que los hermanos Lehman siguen siendo todos los Morgan, los Stanley o los Price de este mundo, incluso los hermanos Grimm del cuento de las miguitas... Todos cofrades, todos hermanos... Hay que ver, hay que ver como está el parquet, señores.

En medio se nos va Don Manuel a platicar a los parlamentos celestes y a poner firmes a quienes se tope por la bóveda, íncubos y súcubos, y aquí se recuerda con cariño su figura intempestiva e incorrecta y parece que se adueña un poco de nosotros no aquel ministro de Información y Turismo que se bañó en Palomares, sino aquel otro mandatario gallego que supo, mejor que ahora hace su descendencia política, interpretar bravamente el papel de presidente de los gallegos, aunque fuera a veces a base de queimadas y de los cien mil gaiteros que tocaron la alborada interminable del viejo Reino de Galicia hasta el día de su entierro en Perbes. Funeral de tierras altas, ahora que Edimburgo pide hora para la independencia.

Cualquier tiempo pasado parece mejor en la política del Reino, cualquier tiempo pasado resulta más navegable que este paciente en manos liberales y con la sensación de que va para largo y de que soplan vientos de regeneracionismo y de emigración. Hasta que acaben de echar las cuentas se pasará el invierno y luego vendrán otras cuentas y luego el cuento de nunca acabar.

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