Gevork Vartanián, el espía que salvó a Stalin de morir
Dirigió un equipo de agentes que desarticuló los planes de Hitler para matar al líder soviético, Churchill y Roosevelt
El cadáver de Gevork Vartanián, un legendario espía de la Unión Soviética, fue enterrado el viernes en un cementerio de Moscú en presencia de Vladímir Putin, el primer ministro de Rusia que en el pasado fue colega del fallecido en el Comité de Seguridad del Estado (KGB).
Vartanián, muerto a los 87 años en una clínica de la capital rusa el pasado 11 de enero, dirigió un grupo de jóvenes agentes soviéticos (la brigada ligera) que desarticuló los planes de Adolf Hitler para asesinar a los líderes de las tres potencias aliadas (el soviético Josef Stalin, el británico Winston Churchill y el norteamericano Franklin D. Roosevelt), protagonistas de la conferencia de Teherán a finales de noviembre y principios de diciembre de 1943.
Podía hacerse pasar por un periodista español o un hombre de negocios iraní
En los planes alemanes, conocidos como El Gran Salto, participaban varios comandos militares especialmente infiltrados en Irán y reunidos en una villa de Teherán. Durante dos años, la red de espionaje de Vartanián, que llevaba el seudónimo de Amir, llegó a desarticular a cerca de 400 agentes vinculados con el servicio secreto alemán, según el servicio de prensa del Servicio de Espionaje de Rusia.
Vartanián nació en una familia armenia en Rostov del Don, en el sur de Rusia. En 1930, su padre, Andréi, un comerciante que estaba al servicio del espionaje de la URSS, fue destinado a Irán, adonde se trasladó con su familia y donde prosperó en los negocios, llegando a ser propietario de una fábrica de dulces en Teherán. En aquella ciudad, Gevork creció y siguió los pasos de su progenitor. En febrero de 1940 se incorporó al servicio de la NKVD (entidad precursora del KGB), donde conoció a Goar, una armenia también espía con la que se casó en 1946. Según su biografía oficial, en 1942 Vartanián también se infiltró y se formó durante seis meses en una escuela de los servicios secretos británicos con sede en Irán, que estaba especializada en preparar agentes para Asia Central y el Cáucaso.
Acabada la II Guerra Mundial, Gevork y Goar se trasladaron a la URSS y concluyeron sus estudios de lenguas extranjeras en la Universidad de Yeriván, tras lo cual ambos fueron enviados a misiones internacionales en calidad de nelegali (espías que actúan con una identidad falsa). A partir de 1951, Vartanián trabajó en muchos países, incluidos Irán, Italia, Francia y Grecia, escribía la agencia Itar-Tass. Se supone que suministró a Moscú información sobre las bases y actividades de la OTAN, entre otras cosas, ya que los detalles de sus dilatadas actividades internacionales son aún secretos.
Según la página web warheroes.ru, Gevork hablaba ocho lenguas y podía hacerse pasar tanto por un hombre de negocios iraní como por un periodista español. En mayo de 1984, en virtud de un decreto secreto, fue condecorado como héroe de la URSS. En 1986 volvió a la Unión Soviética. Tras su jubilación en 1992, siguió preparando a agentes nelegali para trabajar en el extranjero. El espía poseía numerosas condecoraciones (de la URSS, de Rusia y de Armenia) y el viernes, en su entierro, Putin depositó una ofrenda floral junto al féretro del difunto y dio el pésame a sus familiares. A las exequias asistieron también Mijaíl Fradkov, exjefe del Gobierno de Rusia y actual jefe del servicio de espionaje de este país, e Yevgueni Primakov, que desempeñó también estos mismos cargos aunque en orden inverso a Fradkov. Antes, Dmitri Medvédev, presidente de Rusia, había expresado sus condolencias a los familiares de Vartanián.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.