_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No todo es culpa de la crisis

La crisis financiera y fiscal dificulta las cosas, algunas las hace poco menos que imposibles, pero sigue habiendo mucho por hacer, que sí se puede sacar adelante. Veamos tres ejemplos concretos de cosas que se pueden desarrollar en Galicia y que, inexplicablemente, no se impulsan, a pesar de que si se promovieran crearían mucha riqueza y empleo. Una, el potencialmente rico monte gallego es improductivo, sufre un grave problema de propiedad, se quema por abandono y con la poca madera que se comercializa apenas se logra valor añadido: de hecho, tenemos madera e importamos los muebles y el papel. Dos, Galicia produce leche que tampoco industrializa con suficiente valor añadido; por eso en el supermercado arrasan los yogures hechos en Barcelona, donde no hay vacas. Y tres, Galicia sabe pescar pero cuando exporta lo hace desde Vitoria, que ni siquiera tiene mar. Este último caso no es el más importante de los tres, ni de otros ejemplos similares que podrían elegirse (aprovechamientos energéticos y portuarios, recursos agrícolas y mineros, sistema financiero, etcétera), pero sí es probablemente el menos conocido en Galicia y el más paradigmático de la ineficacia de Galicia como país, empezando por su autogobierno y terminando por su sector privado.

Galicia sabe pescar pero cuando exporta lo hace desde Vitoria, que ni siquiera tiene mar

Galicia es una gran potencia pesquera, no solo en España sino en el mundo, tiene infinidad de puertos y tres aeropuertos, pero el nudo logístico por excelencia de distribución de pescado de España es el aeropuerto de Vitoria. Sus mejores instalaciones de frío en las proximidades del recinto y su capacidad para distribuir el pescado congelado a los mercados de Bilbao, Barcelona, Zaragoza y Madrid lo hacen idóneo. Y esto no viene de la crisis, sino desde hace unos veinte años.

Desde Euskadi han jugado una baza por la que los responsables de los aeropuertos de A Coruña, Vigo y Santiago nunca han querido apostar. Tampoco los importadores, que a la vez son productores, como Pescanova, Pescapuerta y otras firmas de Vigo, quisieron impulsar esta importante línea de distribución. Y mucho menos la Consellería de Pesca, absorta en cómo pagar a los mariscadores subvenciones eternas y a veces improductivas, pero incapaz de ver los escenarios de futuro.

El sector pesquero es de aprovisionamiento, de ahí que, como propone el profesor González Laxe, uno de los grandes expertos mundiales en pesca, primero haya que pensar y decidir: uno, quiénes pueden ir a pescar, ya que el mar está acotado, bien por sus zonas económicas exclusivas, bien por las concesiones o autorizaciones de acceso, es decir, las famosas licencias o permisos; dos, cuánto se puede pescar, y tres, cómo podemos pescar. Y con el recurso en la mano, debería entrarse en una segunda tanda de consideraciones: una, a quiénes hay que dirigirlo (mercados y público); dos, con quién se compite (aranceles, costes de transporte, etcétera), y tres, cómo se hace la presentación y venta: congelado, fresco, hipermercados, tiendas, delicatessen... Toda una teoría que por mucho que la desarrollen las universidades de Galicia, que lo hacen, no se aplica desde la Xunta ni desde el sector privado, hasta el punto de que Galicia sigue perdiendo comba, tanto en sus posicionamientos externos, en el mercado, como en las formas de presentación. La casi exclusiva apuesta por lo tradicional puede ser entrañable y socialmente necesaria pero no debería ser incompatible con el progreso, a riesgo de quedarse obsoleta.

Todos estos problemas estructurales que afectan a la economía productiva de Galicia están viéndose agravados por la crisis, pero no se deben a la crisis, sino a la ausencia de políticas sectoriales. El presidente Feijóo acaba de hacer unos cambios en su gobierno que podría aprovechar para poner a trabajar, con criterio, a sus nuevos equipos; al menos para sentar las bases del cambio, ya que entre los apuros de la crisis se ha consumido toda una legislatura sin política de fondo. El ejemplo del aeropuerto pesquero de Vitoria permite ver que cuando en un país se trabaja con cabeza se obtienen resultados, incluso en condiciones adversas. Y nada es casual: el modelo de economía productiva del País Vasco, estrechamente ligado a un avanzado modelo educativo, se traduce en la mitad de tasa de paro que en el conjunto de España; es decir, en un nivel europeo.

@J_L_Gomez

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_