_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tres haikus

En uno de sus 99 haikus (minimalistas poemas japoneses, compuestos por tres versos de cinco, siete y cinco sílabas) Ryookan, el célebre ermitaño mendicante zen, nos dice: Yamazato wa / kaeru no koe ni / nari ni keri (Pueblo en el monte / en un croar de ranas / se ha convertido). Al leerlo (incitado por el sorprendente descubrimiento de la simultánea afición a los jaikus de progenitor y vástago) uno no puede dejar de caer en la tentación de ver reflejado en el breve poema el ruido generado en torno a las medidas extraordinarias y urgentes adoptadas por el nuevo Gobierno de España cuando fue informado, después de su investidura, de que el déficit del Estado superaba el 8% del PIB en vez del previsto y anunciado por el gobierno saliente del 6%. Un desvío de más de 20.000 millones de euros; que se suman al ya previsto recorte de 16.000 millones de euros derivados del compromiso con Europa de reducir el déficit al 4,4% en 2012.

Una subida de impuestos sobre el consumo contrae la demanda interna más que una subida del IRPF

Un paquete de decisiones con el que el gobierno parece amoldarse a otro de los haikus de Ryookan: Kimase kimi / igakuri ochishi / michi yokete (Por aquí, ¡venga! / a ver si así evitamos / pisar erizos). Porque, efectivamente, las medidas aprobadas esta semana en el Congreso tratan de esquivar males mayores. En primer lugar, reparten adecuadamente el esfuerzo entre recortes en el gasto (60% del total) y el incremento de los ingresos (el 40% restante). En segundo lugar, porque los ingresos adicionales se obtienen a través de una subida (recargo) temporal del impuesto sobre la renta de las personas físicas, y no con subidas de los que gravan el consumo o las rentas de las empresas. Una opción que es equitativa, porque las rentas del trabajo más bajas no se ven afectadas, y sí las altas que además contribuyen más cuanto más altas son (la subida es progresiva desde el 0% al 7% que soportarán las rentas superiores a 300.000 euros anuales); y porque la subida también se aplica a las rentas derivadas del ahorro (que suben progresivamente entre el 2% y el 6%). A diferencia de una subida de los impuestos indirectos (como la que hicieron con el IVA los socialistas, con un impacto recaudatorio previsto ligeramente inferior a la del IRPF), que incide especialmente en quien dedica toda su renta al consumo (las familias con rentas más bajas, incluso aunque estén exentas por su tamaño del pago del IRPF), con esta decisión el esfuerzo recaudatorio incide esencialmente en los contribuyentes que conservan capacidad de ahorro. Adicionalmente, y siendo cierto que la mayor parte del impuesto sobre la renta recae sobre los asalariados, también es cierto que en una coyuntura en la que el desempleo supera ampliamente el 20% una redistribución de recursos de quienes tienen trabajo hacia quienes lo han perdido parece más que razonable. Máxime cuando en el mismo paquete, por la vía del gasto, se ha prorrogado la ayuda de 400€ a los parados que ya no tienen derecho a la prestación por desempleo.

La subida temporal del IRPF no solamente parece oportuna desde el punto de vista de la equidad. Responde, también, a una lógica económica: una subida de los impuestos sobre el consumo contrae la demanda interna en mucha mayor medida que una subida del IRPF que grava a las rentas más altas, y que por ello tenderán menos a ajustar su gasto que a reducir su ahorro. Y también incide menos que una subida del impuesto sobre la renta de las sociedades, cuando el principal problema de las empresas es una falta de crédito que puede ser suplida por la autofinanciación, una autofinanciación que una subida del tributo que pagan haría aún más difícil. Así pues, y aunque las subidas impositivas tienden a disminuir (ceteris paribus) la actividad económica, la opción por el IRPF es, en esta coyuntura, menos perjudicial para el estímulo económico.

Resulta por todo ello notoria la falta de argumentos con que la oposición está criticando la medida en Galicia. Los socialistas, olvidando que ellos mismos están demandando desde hace más de un año una subida del IRPF a nivel autonómico, cuando es bien sabido que es mucho más equitativo y eficiente hacerlo al nivel central, además de conveniente cuando se vive en una Comunidad con rentas inferiores a la media. Y los nacionalistas exhibiendo los tipos medios del impuesto de sociedades, olvidándo (supongo que no ignorando) que cuando se abonan los dividendos de las sociedades (también de los bancos) estos beneficios tributan a mayores por el IRPF, siéndoles de aplicación la subida de entre el 2% y el 6% que el actual Gobierno acaba de aprobar. Recuerdan, con argumentos tan pobres, otro de los haikus de Ryookan: Te o furite / oyoide yuku ya / iwashi uri (Mueve los brazos / y camina en zigzag / el sardinero).

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_