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Columna
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Maldad

Juan Cruz

El hombre está dotado de un enorme poder de maldad, de saña; es capaz de lo sublime y dueño de la mazmorra, donde encierra un corazón perverso. Y el periodismo es vehículo de esos horrores. La televisión determina la densidad del mal a través de imágenes que se trufan con los ruidos domésticos, con el propio brillo de la pantalla. Es la caja de la maravilla y del horror, y uno transita por ella como un zombi.

Vi en el telediario de Pepa Bueno (La Uno) una síntesis eficaz, pormenorizada, de esa maldad del hombre; en algún momento, la periodista avisó de que la cadena iba a extremar las costuras de su libro de estilo (el nuestro dice: "Las fotografías con imágenes desagradables solo se publicarán cuando añadan información") para ofrecer algunas de estas esquinas del horror. Un grupo de hombres armados orinaban sobre otros hombres muertos, cadáveres desarmados sobre los que caía la ignominia soez de la que es capaz la prepotencia. Soldados norteamericanos que se reían de sus víctimas como si estas fueran postes de la luz. Más allá, en Tailandia, el descubrimiento de que un desalmado había almacenado cientos de perros a la espera de su sacrificio para no sé qué fiesta que armaban los tailandeses; Pepa Bueno avisó: esto es terrible, cuidado al mirar.

Los trenes italianos avisan de que es peligroso asomarse a la ventana; en la televisión esto lo dicen de vez en cuando, puede causar horror asomarse. Y a fe que esas imágenes, aquella en Afganistán, esta en Tailandia, muestran distintas gradaciones del horror que resultaría insoportable en la ficción y que en la realidad llama a la vergüenza propia. ¿Qué hacer, no mirar?

La televisión tiene que mirar, como tiene que mirar en Haití, que fue el tercer horror de las imágenes. En este caso, fue la naturaleza la que añadió, con su catastrófico temblor de tierra, herida y muerte al horror haitiano; pues allí se sufre hambre y miseria, y esas ya existían, y son consecuencia de la culpa del hombre, la naturaleza ha venido a hurgar de manera despiadada en el desastre. Pero es el hombre, siempre está ahí, con su hacha feroz poblando de ignominia la memoria de los telediarios.

En La Sexta, El intermedio hizo antología de Camps y Costa. Pero estos ya son otros horrores, tachaduras perversas del mundo de los humanos.

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