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Columna
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Superpuestos

David Trueba

Se superponen los juicios contra los expresidentes de Valencia y Baleares. Aumentan las sospechas en torno a las subvenciones laborales andaluzas. Otros hilillos de corrupción delatan cómo funcionan las concesiones, la elección de infraestructuras, los beneficios de fundaciones, la organización de eventos y hasta la política de medios, esta siempre en primera línea de desvío de fondos e intercambio de favores. Acercarse a un político pareciera no recomendable para la salud. Hasta ellos, siempre tan ufanos y solícitos a dejarse entrevistar si el interrogatorio es a favor, muestran una tendencia a lo cabizbajo y oculto. Camps, durante la transmisión televisada del juicio, aprovecha la envergadura del abogado defensor Juan Casanueva para esconderse del tiro de cámara que enfoca su sillita de encausado. Reproduce el juego infantil del escondite, y aunque adquiere matices patéticos, es también definitorio de una actitud. El infantilismo se prolonga en las llamadas de atención del juez, como un profesor al alumno díscolo y cansino. Sería bueno que en lugar de perseguir la absolución, más a costa de la prescripción y el tecnicismo que del arrepentimiento y el propósito de enmienda, recuperaran a un pensador cristiano como John Rawls.

Combatió contra la idea de culpa ajena y defendió la responsabilidad, al afirmar que el espíritu se pervierte a sí mismo, sin influencia de otros, y que no hay separación entre religión y ética. También escuchar ayer a Eduardo Madina en TVE tiene efectos paliativos. Muchos lo consideran la gran esperanza blanca para liderar el socialismo español, aunque él dice que carece del tamaño. Tiene razón en temer el funcionamiento de los partidos, incluso en no ser un fanático de las primarias, como explicó, pero más aún en considerar que urge a la socialdemocracia tejer un discurso social compatible con la voracidad financiera mundial antes que apelar al liderazgo salvador, porque, como en el caso de Obama, ya vemos que ni siquiera eso basta. Prudencia y valentía fue su consejo para la resolución del terrorismo, también para la trayectoria del partido y, ¿por qué no?, para guiar a una nueva generación de políticos capaz de combatir la demoledora ausencia de ética que se ha apropiado de su oficio, en consonancia con una sociedad irresponsable.

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