Más transparencia
Mientras la casa real ha publicitado sus cuentas, con mayor o menor detalle depende de gustos, todavía hay en este país quien presenta una opacidad que clama al cielo y nunca mejor dicho.
Algún senador se escabulle según leo; los responsables de algunas cajas, de esas que ayudamos a reflotar con nuestros dineros, también, algo que resulta inadmisible en entidades mal gestionadas y a las que creo que es exigible obligarlas a hacerlo porque siguen vivas gracias a nuestro dinero, el de todos los contribuyentes...
Pero si hay una entidad total y absolutamente opaca es la Iglesia católica. ¿Cuánto nos cuesta un cardenal, un arzobispo, un obispo, un párroco o un sacerdote? ¿Cuánto suponen para el erario público esas procesiones, misas solemnes y otros actos multitudinarios? ¿Cuánto dinero deja de ingresarse por la exención del IBI, algo que afecta a los Ayuntamientos que son los organismos más endeudados del país?
Sinceramente, no soy partidario y menos ahora con la crisis que padecemos, de que un Estado aconfesional financie con sus presupuestos a ninguna religión y menos en virtud de un Concordato que nos colaron por la puerta de atrás la víspera de aprobar la Constitución, pero al menos debiera exigirse una transparencia total en sus cuentas y aplicar el dicho calderoniano: del rey abajo: ¡Ninguno!, con la agravante que aquí de momento hasta el Rey lo ha hecho.
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