Llorar en un BMW en China
Cuando las dictaduras se ocupan de la cultura, mal asunto. Los regímenes autoritarios quieren ciudadanos dóciles, soldados de su causa, guardianes de las esencias patrias. Quienes mandan en Pekín han empezado a sospechar que los habitantes de la China actual no han interiorizado bien lo que significa esa "sociedad armónica" que con tanto celo llevan vendiéndoles desde que Hu Jintao tomó las riendas del poder. ¿Cómo puede haber "sociedad armónica" si una joven que participaba en Si eres tú, un programa de televisión para buscar pareja, afirmó que prefería llorar en un BMW a reír en una bicicleta cuando uno de sus pretendientes la invitó a dar un paseo en tan anticuado y humilde medio de transporte?
Solo es un ejemplo, pero lo suficientemente revelador de cuán profundo es ya el daño hecho y cuán hondas las raíces del mal. Las autoridades han reaccionado vigorosamente y, desde el 1 de enero, las televisiones por satélite de China han tenido que reducir dos tercios de su parrilla de entretenimiento en horarios de máxima audiencia. Si a finales de año se emitían 162 programas de puro ocio, ahora se pueden ver 38.
El pérfido influjo occidental se estaba colando enmascarado en contenidos de la más estricta trivialidad. Concursos, juegos, variedades, "historias emotivas": es ahí donde saltaban a la luz las desigualdades sociales, la corrupción de los funcionarios del Estado, la infelicidad de las gentes. La reacción ante esta peste ha sido, pues, drástica e inmediata.
Los jefes del Partido Comunista ya estaban alertados. En el último pleno del Comité Central, en octubre, Hu Jintao se ocupó de la cultura y, tal como se ha publicado hace poco, dijo que "fuerzas internacionales hostiles están intensificando su estrategia para occidentalizar y dividir a China y los campos ideológicos y culturales son las áreas de esta infiltración a largo plazo". Corolario: hay que frenar a Occidente reduciendo el entretenimiento en televisión. Es una opción más suave que la que se puso en marcha con la Revolución Cultural en los sesenta, y que llevó al exterminio de cuantos olieran a "capitalistas": unos 400.000. Quizá ahora sea ya un exceso liquidar a quienes prefieren llorar en un BMW que reír en bicicleta.
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