Confianza, la mejor arma para afrontar 2012
Seguro que, cuando mañana lleguemos al trabajo, lo primero que vamos a hacer es preguntar a nuestros compañeros qué les han traído los Reyes Magos. Les diré qué les pedí yo: capacidad de soportar la travesía del desierto que venimos haciendo desde hace cuatro años, que en este que empieza va a ser especialmente dura. Es decir, algo mágico, como es la confianza y la esperanza. Porque difícilmente se puede soportar una travesía del desierto sin tener confianza en que se va a superar y en que al final aparecerá el oasis, sobre todo cuando esta travesía va a durar todavía bastante tiempo, más de un año.
Los datos conocidos en las últimas semanas son ilustrativos de una economía que se encuentra en recesión y que muy probablemente va a estar así todo el año. Especialmente malos han sido los indicadores de gasto de los últimos meses cuya financiación se hace fundamentalmente a crédito, como la compra de vivienda o la de automóviles, aunque también el resto, como las ventas al por menor o los indicadores de turismo que, aunque aún en tasas positivas, moderan notablemente su crecimiento. Y es que la economía española, como la de los países de la zona euro en procesos de ajustes duros, se encuentra estrangulada por una tenaza cuyos brazos principales son la restricción crediticia y el ajuste fiscal.
Las sucesivas elecciones han tenido mucho que ver con el retraso en tomar decisiones de las CC AA
Faltan medidas que estimulen el crecimiento y mejoren la competitividad de la economía
La consecuencia más grave es que se ha intensificado la destrucción de empleo y el aumento del paro, como muestran los datos de afiliados a la Seguridad Social y del paro registrado que conocimos el pasado martes. En realidad, dichos datos no fueron malos del todo, teniendo en cuenta la desfavorable estacionalidad y que las predicciones apuntaban a cifras bastante peores, pero aun así cierran un último trimestre del pasado año realmente negativo. Como se ve en el gráfico superior izquierdo, los afiliados medios de dicho trimestre han caído a un ritmo anualizado del 3% respecto al trimestre anterior, lo que indica que el PIB ha podido retroceder tres o cuatro décimas (entre el 1% y el 1,5% en tasa trimestral anualizada). Ninguno de los grandes sectores se libra de la destrucción de empleo, pero llama la atención el ritmo de caída (17% en tasa anualizada) en la construcción.
La contracción del gasto y del empleo se traduce en una disminución de los ingresos de las Administraciones públicas, como se ve en los gráficos que recogen la ejecución presupuestaria del Estado y la Seguridad Social hasta noviembre. Si a eso se añade la pérdida de tiempo de la mayoría de las comunidades autónomas en tomar las medidas necesarias para cumplir o acercarse al objetivo de déficit que les correspondía (las sucesivas elecciones han tenido mucho que ver con ello), tenemos explicada la fuerte desviación que se ha producido en el déficit público total. El gráfico inferior derecho, que recoge la evolución de este déficit hasta septiembre, según la contabilidad nacional, es el más ilustrativo: la suma de los cuatro últimos trimestres da una cifra del 8,8% del PIB, lo que significa que, aunque todas las Administraciones se hayan afanado mucho en reducirlo en el cuarto, el año va a cerrar por encima del 8%, como parece que ha estimado la Intervención General del Estado. Es un triste espectáculo ver a los políticos echarse la culpa unos a otros o hacerse los longuis diciendo que ellos no lo sabían o que el Gobierno anterior no les había advertido. Todos son responsables (en España hay 18 Gobiernos responsables del déficit) y todos sabían o deberían saber que no se estaba cumpliendo.
El temor a los efectos que pudiera desatar esta desviación en los mercados financieros explica que el nuevo Gobierno haya actuado con tanta rapidez y contundencia, hasta el punto de subir el IRPF contradiciendo sus promesas electorales y sus más hondos convencimientos (esto me recuerda algo similar que ya pasó en mayo de 2010). Ahora faltan medidas que estimulen el crecimiento y mejoren la competitividad de la economía española. En ese sentido, creo que es hora de plantearse la propuesta de bajar las cotizaciones sociales y paralelamente subir el IVA para compensar a la Seguridad Social de los menores ingresos. Parece que va a hacerlo Francia, nuestro principal socio comercial y competidor. Si no nos espabilamos, nos quedaremos fuera de juego.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
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