José Antonio Zulueta, una mirada humanista de la geografía
Ha muerto el pasado lunes, a los 75 años, José Antonio Zulueta, profesor de Geografía en la Universidad Autónoma de Madrid. No le fue fácil convencer a su familia para abandonar sus iniciales estudios de ingeniería y estudiar Historia en la antigua Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. Iba a convertirse en uno de los geógrafos españoles más humanistas y a la vez con mayor destreza técnica. Discípulo de Manuel de Terán, amigo y compañero de geógrafos tales como Eduardo Martínez de Pisón y Francisco Quirós, fue profesor durante largos años en el Colegio Estudio y en la Universidad Complutense para incorporarse después, casi desde su fundación, a la Universidad Autónoma de Madrid.
Zulueta ha sido uno de los mejores conocedores de los procesos que han configurado los paisajes españoles, amasados de tierra y de cultura, como le gustaba decir a Terán, paisajes tan diversos como los industriales vascos, los adehesados de las penillanuras extremeñas, los mosaicos paisajísticos de la Andalucía oriental, o los madrileños del casco histórico y de las barriadas de extrarradio. Representa una de las mejores expresiones de esos geógrafos que saben explicar la geografía a través de los encadenamientos históricos. Su trabajo sobre la Tierra de Cáceres, con amplio recurso al proceso privatizador de las desamortizaciones del siglo XIX, es a este respecto un trabajo ejemplar de geografía regional.
Pero José Antonio era sobre todo un profesor. Un profesor para sus alumnos, un profesor para sus colegas. A nosotros nos enseñó entre otras muchas cosas a desenvolvernos en el campo a la vez con el Mapa Topográfico Nacional, el Geológico y el de Cultivos y Aprovechamientos, tres obras monumentales a escala 1:50.000 de la cultura científica y técnica españolas, particularmente útiles para los geógrafos. Pero ante todo fue un profesor inolvidable para sus alumnos, uno de esos profesores, pocos, de los que se habla en casa con padres y hermanos, de los se lleva a la mesa familiar ideas y conocimientos transmitidos. Probablemente a José Antonio le costaría hoy desenvolverse en la jerga y con los modos de Bolonia, de guías docentes, competencias generales y específicas, del "to know how" y del "Is attendance to course allocated?", pero ha sido un profesor con el que decenas de generaciones de estudiantes de la Universidad Autónoma han compartido la inigualable experiencia de los recorridos geográficos por el País Vasco, Extremadura o Andalucía. Para esos muchos alumnos de Zulueta escribimos estas líneas de homenaje.
También para su mujer y sus hijos. Isabel de Miguel Castaño, catedrática de Instituto de Historia y Geografía, entusiasta de la una y de la otra, ha sido su compañera de siempre y la que ha compartido todos sus afanes. A ella pertenece esa magnífica anécdota que tan bien ilustra el antes y el ahora de la enseñanza y que ella cuenta con indisimulada ternura hacia sus alumnos: estos la miran con curiosidad y uno de ellos acaba diciendo: "Qué bien hablas.... ¿Hablas siempre así? ¿En tu casa también? ¿Y te entienden?"
Hace muy pocas semanas, y dando los primeros pasos de lo que esperamos sea un Archivo de la Memoria Geográfica, un archivo digital en el que almacenar los cambios de los paisajes españoles de todo tipo a través de la fotografías que, con intención investigadora y docente, han hecho en los últimos cincuenta años los geógrafos que han estudiado la Península Ibérica, hicimos con Isabel un recorrido por Cáceres con las fotografías antiguas de José Antonio en la mano, buscando los puntos de vista en los que él se situó, lo que él atisbó de interesante en cada paisaje. Fue una comprobación, que hoy se nos antoja emocionante, de su sabiduría territorial, antropológica y humanística.
Zulueta permanecerá en nuestra memoria, la personal y la geográfica, que en ocasiones como esta se funden y se confunden.
Josefina Gómez Mendoza y Rafael Mata Olmo son catedráticos de Geografía y expresidentes de la Asociación de Geógrafos Españoles.
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