_
_
_
_
_

La violencia sectaria se ceba con Irak

Decenas de chiíes mueren en una oleada de atentados que despiertan el temor al estallido de una guerra civil, tres semanas después de la salida de los soldados de EE UU

Ángeles Espinosa

Una oleada de atentados contra los chiíes dejó ayer al menos 73 muertos y decenas de heridos en Irak. Los ataques, tres semanas después de la salida de las tropas estadounidenses, son algo más que una muestra de la frágil seguridad del país. Constituyen un sangriento mensaje a una comunidad cuya mayoría numérica le da el control del Gobierno, pero sobre todo al primer ministro, Nuri al Maliki, que está utilizando la carta sectaria para agarrarse al poder. Revelan también que la brecha entre suníes y chiíes continúa abierta nueve años después de que la invasión de Estados Unidos sacara a la luz el precario equilibrio confesional bajo la dictadura de Sadam Husein.

En el más grave de los atentados, un terrorista suicida se hizo estallar en medio de un grupo de peregrinos que se dirigían a pie a la ciudad santa de Kerbala, para celebrar el duelo de Arbain, una festividad religiosa muy significativa en la que los chiíes conmemoran la muerte de Husein, el nieto de Mahoma. El ataque, cerca de la ciudad de Nasiriya (a unos 300 kilómetros al sur de Bagdad), dejó 45 muertos y numerosos heridos, según fuentes médicas y policiales citadas por las agencias de noticias.

El primer ministro Al Maliki utiliza la carta sectaria para aferrarse al poder
La matanza se suma a las decenas de muertes de las últimas semanas
Los suníes dicen que el primer ministro pretende apartarles del poder
La destitución de un vicepresidente suní desató la actual embestida terrorista
Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Las imágenes de televisión mostraban a familiares abrazando los cuerpos sin vida de jóvenes que yacían cubiertos de sangre. Sus pertenencias esparcidas alrededor añadían desolación a una escena que, no por repetida, deja de impresionar.

Culminaba así la horrible jornada que había empezado en la capital iraquí. A las siete de la mañana, dos explosivos, uno de ellos escondido en una moto y otro en una cuneta, habían matado a otras 13 personas y herido a 37 más en Ciudad Sáder, un inmenso suburbio situado al este de la capital iraquí. La policía aseguró haber desactivado dos artefactos más en las proximidades. Ciudad Sáder es el feudo del clérigo radical Múqtada al Sáder (a cuyo padre hace referencia el nombre de este inmenso arrabal de dos millones de habitantes), un apoyo clave para el Gobierno de Al Maliki. Un par de horas después, dos coches bomba causaron al menos 16 muertos y 32 heridos en el barrio noroccidental de Kadhamiya, el principal santuario chií de Bagdad.

La matanza se suma a los 72 muertos de las últimas semanas, en atentados similares y también en zonas mayoritariamente chiíes de Irak, y que han resucitado la pesadilla de la violencia sectaria que entre 2006 y 2007 estuvo a punto de sumir el país en una guerra civil. Más preocupante aún, confirma los temores de que, tras nueve años de ocupación, las divisiones sectarias continúan siendo una amenaza para la estabilidad. Aunque nadie se ha responsabilizado de los ataques de ayer, la mayoría de los analistas apuntan hacia los insurgentes suníes próximos a Al Qaeda, que ya reclamaron la autoría de la decena de bombazos del pasado 22 de diciembre.

"Estamos en el campo de batalla contra los terroristas... y contra los enemigos del proceso político, así que no nos sorprenden estas explosiones. Estamos acostumbrados a sus operaciones", declaró el general Qasim al Musawi, portavoz militar de Bagdad, citado por la agencia Reuters. Tal vez para no agravar la herida, Al Musawi dijo que era pronto para saber quién está detrás de los atentados. "Intentan enfrentar a los iraquíes", resumió.

La violencia solo puede reavivar la tensión entre chiíes y suníes, ya elevada a raíz de la grave crisis política que enfrenta a los principales grupos políticos que les representan. Los políticos suníes, agrupados bajo el paraguas del bloque intersectario Al Iraqiya, llevan meses denunciando que la obsesión de Al Maliki con los baazistas (simpatizantes del Partido Baaz de Sadam Husein, ilegalizado poco después del hundimiento del régimen de Sadam Husein) es solo una tapadera para apartarles del poder. De hecho, la mayoría de los 600 detenidos recientemente bajo esa acusación son suníes, la confesión a la que pertenecía el dictador depuesto y que se ha visto desplazada por el peso de los chiíes. Al Iraqiya condenó enérgicamente los atentados antichiíes.

Al Maliki, cuyos ramalazos autoritarios admiten incluso algunos de sus socios de coalición, ha agravado el contexto al ordenar hace unos días la detención del vicepresidente Tarek al Hachemi, un suní al que acusa de dirigir escuadrones de la muerte. Al Hachemi, el más alto cargo de esa comunidad, ha encontrado refugio en la región autónoma de Kurdistán, cuya población es también mayoritariamente suní, aunque no árabe como en el resto de Irak, y donde está fuera del alcance de las fuerzas de seguridad estatales.

Al Iraqiya, el segundo grupo parlamentario a pesar de haber sido el más votado en las elecciones de marzo de 2010, decidió boicotear la Cámara a partir del 18 de diciembre, precisamente el día de la salida del último soldado norteamericano, para protestar porque el primer ministro controla todos los puestos clave. Sus nueve ministros tampoco asisten a las reuniones del Ejecutivo. La inclusión de Al Iraqiya en la coalición de Gobierno se consideró clave para hacer partícipes a los suníes y evitar una vuelta al sectarismo que ha costado miles de vidas desde la invasión.

Dos jóvenes lloran en la puerta de la morgue donde está el cadáver de un familiar muerto en el atentado en Ciudad Sáder, al este de Bagdad.
Dos jóvenes lloran en la puerta de la morgue donde está el cadáver de un familiar muerto en el atentado en Ciudad Sáder, al este de Bagdad.REUTERS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_