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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Alcaldesa sobrevenida

Ana Botella llega a la alcaldía de Madrid tras el ascenso de Ruiz-Gallardón a ministro de Justicia

Ana Botella, la segunda en las listas del Partido Popular en las últimas elecciones municipales, se convirtió ayer en la primera mujer que accede a la alcaldía de Madrid. A ese hecho singular, se añade que es también la esposa del expresidente del Gobierno, José María Aznar. Este último dato -ser la esposa de- no sería en sí mismo reseñable si ella misma no lo hubiera sacado a la luz en el acto de su toma de posesión, al poner públicamente a su marido como ejemplo e inspiración -su "referencia personal y política", ha dicho- de su quehacer público. La convergencia de tales hechos explica que su toma de posesión haya sido de las más concurridas que se recuerdan, con amplia presencia de exalcaldes, ministros del nuevo Gobierno y representantes de diversos sectores del PP.

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Ninguna duda cabe albergar sobre la legalidad y legitimidad de la llegada de Ana Botella a la alcaldía de Madrid, tras el nombramiento de Alberto Ruiz-Gallardón como ministro de Justicia. Pero eso no impide señalar que sus electores no la votaron para el puesto de alcalde sino de concejal. Se trata, por tanto, de una alcaldesa sobrevenida, que llega al puesto por la concurrencia de una circunstancia prevista en la ley, pero que la obliga a hacer esfuerzos suplementarios de legitimación en el ejercicio del cargo ante sus votantes y madrileños en general.

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Ana Botella ha servido de escudo a Ruiz-Gallardón desde 2003 frente a los sectores más conservadores del PP que le tenían ojeriza -y la siguen teniendo- por los supuestos guiños a la izquierda del actual ministro. La hasta ahora concejala hiperconservadora, que será recordada por el lío que se hizo entre peras y manzanas en su crítica al matrimonio homosexual, asume a partir de ayer la representación de todos los madrileños, lo que le obliga a la tolerancia y al respeto a todas las sensibilidades y modelos de vida. Hereda la ciudad más endeudada de España, a lo que se añaden los problemas propios de una gran urbe. Conoce bien uno de ellos por haber sido la última responsable de Medio Ambiente: la contaminación. Pero no pudo resolverlo quizás por profesar la misma religión que su marido respecto del calentamiento global: el negacionismo. Es de esperar, en cambio, que al menos pueda resolver los problemas derivados para los madrileños de los constantes celos y disputas entre Aguirre y su antecesor.

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