La batalla interminable
Si existe una causa que aglutine las voluntades del pueblo aragonés de toda clase y condición esa es, sin duda alguna, la defensa del río Ebro. La amenaza del trasvase es una constante cíclica que nos obliga a permanecer alerta ante cualquier posible tentativa.
Los aragoneses hemos tenido que lidiar con la ponzoña que nos acusaba de insolidarios. De querer permanecer sentados encima del botijo mientras los hermanos murcianos morían de sed. De provincianos regionalistas que escatiman el agua de la vida a otras comunidades.
Pero lo cierto es que el trasvase del Ebro no solo es un proyecto devastador desde la vertiente ecológica -cuestión que ha sido ratificada desde Bruselas-. Además es una jugosa posibilidad para la especulación propia de las macroestructuras faraóni-cas de esta envergadura. Y, sobre todo, una injusticia social, puesto que se derivan recursos naturales desde una zona deprimida, la aragonesa, a otras más prósperas y ricas como Cataluña o Levante.
Pero lo más indignante es la manipulación y el engaño que emplearon algunos representantes del partido que ahora vuelve a sentarse en el Gobierno de la nación y de la Comunidad de Aragón, para justificar lo injustificable. Chesús Yuste (diputado por la coalición aragonesa de izquierda) le pregunta a Rajoy qué va a pasar con el trasvase. Mariano, que en Levante grita a pulmón libre ¡Agua para todos!, le responde a la gallega. Que si un pacto nacional del agua, que si solidaridad entre territorios...
Vamos que, de aquí a poco, vuelvo a ver a los sufridos maños y mañas desempolvando los plumajes de guerra. Claro, que esto también nos pasa por votar a tontas y a locas. O a partidos que siempre han hecho apología trasvasista.
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