El perro antes que el marido
En la clínica veterinaria de Juan Tamarit, amos y mascotas curan sus heridas físicas o emocionales
Acaba de cumplir cuarenta años como veterinario y su nombre entre la profesión y propietarios de mascotas es sinónimo de profesionalidad y de resolución de casos dados por desahuciados. "Elegí inicialmente la profesión de veterinario porque mi familia tenía granjas de cerdo y era una forma de colaborar", señala Juan Tamarit. Por la clínica veterinaria, como si se tratara del médico de cabecera de toda la vida, acuden dueños y mascotas para su revisión periódica. "Me gradué en 1971", recuerda Tamarit, "y la transformación de la profesión en todo este tiempo ha sido brutal". "Al principio nuestras únicas herramientas eran el termómetro y un fonendo, si necesitabas un análisis de sangre, lo normal era la negativa del laboratorio", recuerda Tamarit.
"Un perro nunca se vuelve contra ti, a diferencia de un hijo"
"La pérdida del animal dispara todas las alarmas"
Una profesión que continúa exigiendo sus buenas dosis de psicología. "Aquí viene mucha gente a pedir ayuda, consejos en momentos críticos, cuando han perdido un perro, que hay un problema familiar en el matrimonio, un poco para descargarse". La pérdida o muerte del animal dispara todas las alarmas emocionales. "Si es una cosa brutal, yo siempre aconsejo que cojan otro, y si puede ser ese mismo día, mejor que al día siguiente. Hay un primer síntoma que es de rechazo, porque se piensa que es una sustitución", señala Tamarit. "El ciclo vital de un perro desgraciadamente son 12 o 13 años y por la vida de una persona por lo menos tienen que pasar tres perros".
Por la consulta han desfilado todo tipo de animales, desde una serpiente que ha perdido el apetito a una rapaz con el ala hecha añicos. "Ahora el tráfico de animales está mucho más controlado, aunque sigue existiendo un mercado ilegal", dice Tamarit. "Cuando se amplió la Comunidad Europea, de los antiguos países del este llegaron perros de raza para ser revendidos y los transportaban amontonados, 30 o 40 en un camión, y si uno de ellos estaba enfermo, acaba contagiando a todo el resto".
Sobre esta relación casi enfermiza entre propietario y mascota, Tamarit explica: "La gente está muy sola y se vuelca como antídoto en los animales, convirtiéndolos en un miembro más de la familia". "Un perro no se vuelve contra a ti, mientras un hijo si se puede volver contra ti", comenta Tamarit. "A veces se quiere más al perro que a la mujer o al marido o al hijo, y esto me lo ha confesado muchísima gente". Y observa con escepticismo la moda de los programas de aprendizaje. "Las cosas como se presentan en esos programas no son tan sencillas, ojalá fuera así, pero la educación de un perro es un proceso mucho más complejo".
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