La doble cara del fiscal
Por primera vez desde que, hace casi dos décadas, dejó los bancos de la oposición y pasó a los de gobierno, Alberto Ruiz-Gallardón (Madrid, 1958) tendrá que obedecer órdenes. El "verso suelto" ya no será el jefe, ahora tendrá uno. Es una incógnita cómo responderá a eso alguien acostumbrado a mandar y decidir.
La de Gallardón -fiscal de carrera, casado y padre de cuatro hijos- es una vida escrita con cargos públicos: a los 24 años, concejal; a los 36, presidente de la Comunidad de Madrid; a los 44, alcalde de la capital; a los 53, ministro en el Gobierno que siempre aspiró a presidir. En 2008 amagó con abandonar la política tras descartarlo Mariano Rajoy en las listas al Congreso, con Esperanza Aguirre de testigo-verdugo. Pero sus fieles aseguran que él ya no es el mismo que entonces: "Por primera vez le hace ilusión ser Gobierno, no ser presidente del Gobierno".
El hombre que nunca aplaude con las dos manos, sino siempre con la derecha golpeando en la izquierda, tiene esas dos caras en su trayectoria: una cómplice con la izquierda; otra que abraza los postulados del puro PP. Deja en Madrid una herencia de grandes obras públicas, que cambiaron la piel de la ciudad, y la mayor deuda de todos los municipios. También deja a Ana Botella de alcaldesa.
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