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Columna
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Mariano: ¡ojo al detalle!

Xavier Vidal-Folch

Mariano Rajoy hace lo que toca al pegarse a Alemania, como hizo Zapatero desde mayo de 2010. Siempre que pugne para que esta complicidad con la ortodoxia presupuestaria se complete con una estrategia de cohesión y solidaridad. De unión económica: Tesoro, Presupuesto y Banco. Como hizo González y no le emularon después.

Para ello hace falta algo más que la voluntad de ser alumno aplicado y cumplir el techo de déficit, explicitada en el debate de investidura. Hace falta formular iniciativas: no a escala española, ámbito de escaso margen, sino a escala europea.

Hace falta ya una visión propia sobre dos decisiones europeas (de 8 y 9 de diciembre). Una es la explicada aquí arriba: la barra de liquidez infinita ofrecida a la banca por el BCE, por ahora, ¡medio billón de euros! Bravo por ella, desagarrota a la banca, pero ¿resolverá la financiación a la economía real? Poco. Si la banca paga un interés del 1% al BCE y lo invierte en bonos públicos al 2%, al 4% o al 6%, siempre gana. También debe ganar la deuda pública, pues los bancos devienen así un sucedáneo del prestamista de última instancia que debería ser el BCE, pero no se atreve a ser. Muy bien, pero ¿por qué todo el dinero a la banca y no todo a los Gobiernos?

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¿Otros problemas? Pues claro. Los bancos se endeudan a un plazo de tres años. Pero para invertir en activos a más largo plazo: la deuda española, por ejemplo, está emitida a un promedio de 6,7 años. ¿Qué ocurrirá desde el cuarto año? ¿A qué tipo de interés aguantarán esa inversión? ¿Será segura después? Más: la cumbre dijo que la quita en la deuda griega era "única y excepcional", con lo que Angela Merkel sacaba la patita que metió en Deauville. Pero también que se atenía a "los principios" del FMI. Traducido: la norma es honrar la deuda, y el impago será solo ultraexcepcional. Bueno, pues que la Autoridad Bancaria Europea (ABE) se atenga también a ese criterio y no devalúe el precio de la deuda acumulada en los balances de los bancos.

España, con otros, puede influir. Y, ojo al detalle, Mariano: puede y debe reclamar un puesto en la ejecutiva de la ABE. Si el nuevo Gobierno rechaza encajar pasivamente las decisiones que tampoco su antecesor cocinó, y pretende aportar algo a la gobernanza real, la europea, tiene otra oportunidad. Que, menuda cosa rara, por desgracia nadie evocó en la investidura.

Es el nuevo Tratado. Hay ya un borrador de texto a 26, que será decisivo para enmarcar la política económica de este país. ¡Y nadie, mísera provincia, nadie lo discute en el Congreso! ¡Nadie lanza sugerencias! ¡Nadie formula enmiendas! ¿Con razón vendrán luego los cenizos a protestar por el diktat franco-alemán? Que cuando hubo ocasión, los españoles callaron.

Y lo grave es que hay mucho que decir. El borrador del Tratado lleva 14 artículos. Ocho de ellos se dedican al monocultivo detallista y obsesivo de la austeridad, que es ineludible, pero insuficiente. Solo uno, el artículo 9, alude a una "política económica que estimule el crecimiento". Y no concreta nada, se refiere solo al Pacto Euro Plus. Ni siquiera a cómo desarrollar su contenido: salarios y productividad; remuneraciones del sector público; sectores protegidos; flexiseguridad laboral; reforma de la fiscalidad del trabajo y de la de las sociedades... Opaca todos esos retos de la unión económica. ¿Es eso una unión fiscal o una vergüenza? Y España calla, ominoso silencio.

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