Tranquilo
Cuando se multiplican las quinielas sobre la formación del futuro Gobierno de Mariano Rajoy, lo sustancial es determinar la componente andaluza que tendrá dicho equipo. El trabajo previo ya está hecho por parte de Javier Arenas, reconocido ahora como el barón con más poder en el seno del PP y quien ha movido fichas para situar en los primeros niveles los nombres adecuados. Así que ya es solo cuestión de esperar a que, en esta semana, se den a conocer a sus integrantes para comprobar hasta qué punto el presidente del PP andaluz consigue sus objetivos.
No hay indicio alguno de que se vayan a ver frustradas sus aspiraciones. Tanto es así que el mismo Javier Arenas contempla este proceso previo completamente tranquilo, según manifiesta. Se muestra convencido de que Rajoy, a cuya consolidación interna como máximo líder del partido tanto contribuyó, se va a volcar con Andalucía y, en especial, con él, para alcanzar la presidencia de la Junta de Andalucía.
Y ese apoyo incondicional, tal y como precisa el gallego, tendrá que traducirse en algo más que en simples gestos de respaldo político. Esto es, Rajoy tendrá que aplicar medidas muy concretas además de los golpes de efecto que sin duda habrá. Cabe esperar de todo, desde la celebración en territorio andaluz de algunas de las primeras reuniones de Consejos de Ministros, pasando por la aprobación de determinadas actuaciones de cierto impacto.
Pero los socialistas ya tienen marcada su propia hoja de ruta si se quiere cumplir con Andalucía. La lista de reclamaciones se la habrá dejado en algún cajón José Luis Rodríguez Zapatero en lo que significa, también, el mayor reconocimiento implícito de su propio fracaso. Así que, por ejemplo, le tocará al PP responder por esas inversiones que no se han ejecutado por valor de 1.500 millones de euros, la gestión del Guadalquivir y otros flecos que ahora desde el Palacio de San Telmo se encargan de airear debidamente.
Con todo, el peor favor que le podrían hacer los suyos a Javier Arenas sería la puesta en marcha de drásticos recortes sociales, lo que podría traer nefastas consecuencias para un candidato del PP que, reiteradamente, apuesta por las políticas sociales. Aun así, confía en que, a pesar de la impopularidad de las mismas, apenas queda margen para que la situación cambie en favor de los socialistas. Pero nadie debería olvidar a quien tiene la última palabra en este asunto, como es el pueblo andaluz, que está más que impaciente a la espera de soluciones.
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