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Columna
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Oxímoron

David Trueba

Los norteamericanos sospechan que si Jesucristo volviera a la Tierra, lo primero que haría es concertar una entrevista con Barbra Walters. Esta incombustible periodista de la ABC es toda una referencia. Incluso la expresión "hacer un barbrawalters" define el someterse a una entrevista que tiene algo de masaje cordial y punzadas eficaces. Por sus interrogatorios han pasado enormes figuras del espectáculo y políticos de talla internacional. Y moderaba debates presidenciales cuando George Bush aún no tenía edad para beber. La semana pasada, el presidente de Siria reclamó sus servicios y la invitó a personarse en Damasco para proceder a un barbrawalters, evidenciando la cultura mediática del líder, pero también su desesperada necesidad de mostrar la cara amable en los medios occidentales. La entrevista tuvo su intrahistoria, porque la periodista, que ya conocía al presidente y su esposa de una estancia anterior en el país, aunque no había logrado entonces que Bachar el Assad se sometiera a sus preguntas, se negó a que los cámaras no fueran los suyos y también a la exigencia de que el montaje fuera supervisado por las autoridades. En esas condiciones logró una entrevista muy meritoria, que no rehuyó las preguntas exigentes, pero que tampoco disfrazó la conversación de batalla dialéctica. Mostró al dirigente imágenes de la represión y cuando la periodista insistió en las cifras espeluznantes de víctimas, se encontró con una respuesta tan contundente como evasiva: "Sinceramente, Barbra, tú no vives aquí". Luego llegó la acusación siria de manipulación para terminar de desarmar los perfiles más inaceptables e incómodos que dejó tras de sí la entrevista.

Siria no va a tener una primavera sencilla. Es un país de enormes virtudes, con una población preparada. Es elocuente observar el papel que juegan los medios en todo este desarrollo. Sería una lástima que esa comparecencia tan esquiva, aunque suene a oxímoron, sirviera para dar oxígeno a quien se asfixiaba tras los avisos internacionales de que la represión había sobrepasado las líneas tolerables. Nada mejor que una relativa presencia en los medios, para normalizar la ausencia. Algo de ruido para traer el silencio. Ya lo decimos, un oxímoron.

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