Juan Antonio Sirvent, el turronero más caro del mundo
Dirigió la empresa de Xixona responsable de las marcas El Lobo y 1880
Juan Antonio Sirvent Arroyo (Xixona, Alicante, 1934) provenía de una larga estirpe de turroneros y confiteros ambulantes que hunde su raíz en el siglo XVII, aunque no fue hasta 1725 cuando un antepasado suyo fundó la empresa ("la casa", como él prefería llamarla) con más solera del colectivo turronero español, responsable de dos de las más sustantivas marcas de este tradicional producto: El Lobo y 1880, que se anunciaba como el más caro del mundo. Sirvent falleció el domingo como consecuencia de los problemas cardiacos que sufría desde hacía tiempo.
Aunque estudió en Oxford (Inglaterra), algo insólito en la España de la época, Sirvent estaba predestinado a ser turronero. "No podía ser otra cosa ni sabía ser otra cosa", solía justificar. Y además, era hijo único y no tenía escapatoria. Su vocación era la fábrica. Se le notaba que le había calado la humedad y el calor de los montones de piel de almendra en el hipotálamo, que tenía una profunda convicción en un producto que conforma la identidad de su pueblo y, sobre todo, que tenía un firme compromiso con sus antepasados para transmitir el oficio en mejores condiciones que lo recibió a la siguiente generación.
Sirvent entendía la producción de turrón como un acto de romanticismo surgido de la dificultad de un enclave montañoso con el que estaba muy comprometido. A esa particular visión respondía que su empresa produjera dos marcas de calidad, cuando lo corriente era que una misma marca tuviera distintas calidades. O que no sucumbiera a las suculentas tentaciones que le hicieron para que vendiera su empresa. "Si hemos vivido de esto 10 generaciones, por lo menos un par más seguro que logran hacerlo también", se encorajaba en los momentos más difíciles. Fue, asimismo, un hombre muy estricto con la calidad del producto, actitud que le llevó a abandonar durante varios años el Consejo Regulador del Turrón, cuyo primer presidente había sido su padre. No regresó hasta que la entidad volvió a prestigiar por igual el turrón y el nombre de Xixona.
Sirvent fue un hombre abierto y tolerante, alejado de dogmas. Le parecía incomprensible la visceralidad. Sostenía que no sabía de política, y quizá por eso tenía una fotografía dedicada de Fidel Castro en su despacho ("es muy goloso", justificaba). Consideraba que los empresarios que eran políticos, o eran malos políticos o eran malos empresarios. Pensaba que al turrón no le afectaba que gobernara el PSOE o el PP, aunque sí que hicieran malas políticas comerciales: "Además, si los dos son de centro, ¿qué diferencia hay?", solía rematar.
Fue miembro del pleno de la Cámara de Comercio de Alicante y vicepresidente del Círculo de Empresarios, pero acabó dejándolo todo porque no le interesaba y, además, tenía mucho trabajo. Desde finales de los noventa había cedido a su hijo José Manuel la primera línea de "la casa", que como un homenaje a los humildes ingredientes de la aventura se llamaba Almendra y Miel.
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