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La oposición reta a El Asad con un paro general durante las elecciones locales

La huelga contra el régimen fue secundada ampliamente en las ciudades rebeldes

Enric González

Siria simultaneó ayer unas elecciones municipales y una huelga general. Pero en pocos lugares coincidieron ambos acontecimientos. En las ciudades dominadas por la oposición, como Homs, Hama, Deraa o Idlib, la huelga contra el Gobierno fue muy seguida y apenas hubo noticia de que se abrieran las urnas, ya que proseguían los combates esporádicos entre el Ejército y las fuerzas rebeldes. En Damasco y en Alepo, en cambio, se mantuvo la normalidad y se registró, según el Gobierno, una gran afluencia de electores deseosos de respaldar el programa de reformas ofrecido por el presidente Bachar el Asad.

La huelga general, concebida como un acto de desobediencia civil, comenzó el domingo y seguirá convocada, según sus organizadores, hasta que el Gobierno acuartele sus tropas y libere a los miles de ciudadanos detenidos desde marzo, cuando comenzó la revuelta. Se trata de un esfuerzo opositor por preservar el inicial espíritu pacífico de la protesta contra El Asad, cada vez más sofocado bajo el clima de violencia. El continuo crecimiento del llamado Ejército Libre de Siria, compuesto por desertores, y la proliferación de armas entre la propia oposición hacen que el conflicto tienda hacia algo muy parecido a una guerra civil.

Las votaciones se desarrollaron con normalidad en Damasco y Alepo
La ONU eleva a 5.000 el número de víctimas mortales en la represión

El ambiente bélico, sin embargo, se limita a zonas concretas. Eso permite a la televisión oficial (el único medio del mundo que dice la verdad, según el Gobierno) y a la agencia Sana mantener que los sirios apuestan masivamente por el presidente El Asad y que las protestas apenas obtienen eco. "Los mercados en las provincias sirias desarrollaron una actividad normal" el domingo, primer día de huelga, según la agencia oficial Sana, "pese a las instigaciones por parte de grupos terroristas vinculados a intereses extranjeros, que reclamaban la paralización de las actividades económicas y sociales".

El Gobierno hizo ayer lo posible por fomentar la participación electoral o, al menos, una apariencia de participación. Según portavoces de la oposición, patrullas militares obligaron a estudiantes y vecinos a acercarse a los colegios con el fin de que la televisión pudiera emitir imágenes de gran afluencia a las urnas. Eso demuestra el nerviosismo del régimen, ya que las elecciones municipales nunca han interesado a los sirios y la participación en convocatorias anteriores ha rondado el 10%.

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Bachar el Asad y sus fieles se muestran dispuestos a hacer lo necesario para negar la evidencia. En una entrevista concedida en días pasados a la televisión estadounidense ABC, El Asad aseguró que nunca había ordenado reprimir con violencia las manifestaciones, negó que hubiera cifras importantes de civiles muertos (la ONU indicó ayer que el recuento de víctimas de la represión "probablemente" ya supera las 5.000) y reiteró que los problemas eran provocados por bandas armadas pagadas por potencias extranjeras. Sería ingenuo pensar que EE UU o Arabia Saudí son ajenos a los acontecimientos en Siria, pero resulta cínico negar que muchos miles de ciudadanos llevan meses desafiando los disparos de las fuerzas de seguridad para exigir que El Asad se vaya.

La oposición asegura que El Asad prepara un asalto militar definitivo contra las ciudades donde el régimen ya no ejerce el control, especialmente Homs. Es posible, porque el tiempo apremia. Las sanciones económicas impuestas por EE UU, la UE, la Liga Árabe y Turquía están haciendo daño al conjunto de la población y a los negocios de las élites mercantiles de Alepo y Damasco, cuyo apoyo resulta fundamental para el régimen. Falta gasóleo, la libra se ha devaluado un 25% y Turquía, el principal cliente comercial, ha cerrado en la práctica sus fronteras imponiendo un arancel del 30% sobre todos los productos procedentes de Siria.

Personas tan dispares como el líder de los Hermanos Musulmanes sirios, Mohamed Riad al Shafka, o el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, coinciden en pronosticar que a Bachar el Asad le quedan pocos meses y que la caída del régimen es ya inevitable. Eso no resulta demasiado obvio si se tiene en cuenta que el Ejército, pese al goteo de deserciones, se mantiene a las órdenes de El Asad y que la revuelta no ha logrado prender por el momento en las dos principales ciudades, Alepo y Damasco. La fuerza militar y la oligarquía mercantil siguen del lado del Gobierno. Sólo una ruptura de esa alianza o la aparición de grietas en el núcleo del régimen, dominado por la minoría religiosa alauí, podría precipitar un vuelco.

Una captura de vídeo muestra a miembros de las fuerzas de seguridad del régimen sirio desplegados en Deraa.
Una captura de vídeo muestra a miembros de las fuerzas de seguridad del régimen sirio desplegados en Deraa.AP

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