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Durban se da a la fuga

Una caótica cumbre pone a prueba a la ONU como foro de negociación del clima - Varios países abandonan Sudáfrica antes de finalizar el encuentro

La cumbre del clima de Durban perdía ayer negociadores cada hora. Ministros de países ricos y pobres, delegados corrientes, técnicos en emisiones, abandonaban Sudáfrica rumbo a sus países. Algunos paseaban las maletas por el centro de convenciones de esta húmeda ciudad portuaria. No habían previsto que la cumbre se podría alargar un día -incluso dos- y no tenían otra forma de salir de allí. "A algunos de los países menos desarrollados, los billetes se los paga el secretariado de Naciones Unidas y los tenían para el viernes por la noche o el sábado por la mañana, así que se han ido", resumió un negociador de Ghana en el pasillo.

No importó. Ni la perspectiva de debatir un texto de una negociación crucial para el planeta en una sala medio vacía aceleró el procedimiento. Unos 25 países representativos siguieron reunidos toda la mañana y la tarde para debatir un pacto que consiguiera llegar a un protocolo, un instrumento legal o acuerdo legal -las palabras son la clave- en 2015 para que entre en vigor a partir de 2020. Cada uno de los portavoces tomaba la palabra durante 10 minutos a veces para exponer un pequeño pero. Pasadas las dos de la madrugada, los negociadores continuaban reunidos. Buscaban desesperadamente un acuerdo.

El borrador presentado prevé negociar un protocolo para 2020
"En el futuro se podrá elevar la ambición", dijo Nkoana-Mashabane

Las cuatro sillas de la UE estaban ocupadas por la comisaria de Acción para el Clima, Connie Hedegaard, el ministro polaco, presidente de turno, y los ministros de Alemania y Reino Unido. Durante casi todo el día no hubo agenda formal, prácticamente nada abierto al público, solo rumores, ruido y silencio. "El problema es que Kioto expira el año que viene y ya no queda tiempo; los países afrontan lo más difícil, lo que realmente les enfrenta: qué forma legal y cómo deben comprometerse", explicó Elliot Diringer, del Center for Climate and Energy Solutions, en Estados Unidos. El año pasado, añadió, los países "sabían que toda la negociación corría peligro y estaban en shock por el fracaso de Copenhague", así que en Cancún salvaron la cara sin entrar en el fondo del asunto: cómo diablos van a reducir la emisión de gases de efecto invernadero implicando a Estados Unidos y China (que generan más de la mitad del CO2).

Hasta que, pasadas las seis de la tarde, casi 24 horas después de lo previsto, la presidenta de la cumbre, Maite Nkoana-Mashabane, con apariencia nerviosa leyó un breve texto en el que pedía a los negociadores que adoptaran el acuerdo. "Habrá oportunidades en el futuro para elevar la ambición, pero solo si el proceso multilateral de negociación se refuerza". El mensaje fue interpretado como un 'aprueben esto o todo volará por los aires'. Según Nkoana-Mashabane, los textos plantean "un proceso hacia un marco legal de cambio climático aplicable a todos".

Los negociadores estaban muy sorprendidos, porque la ministra sudafricana lo presentó como si estuviera cerrado el acuerdo, cuando la incorporación de un texto al pleno (en realidad hay cuatro plenarios, cada uno puede durar horas, sistema de la ONU) es solo el comienzo, ya que cualquier país puede vetar el pacto o bloquearlo durante horas.

Un portavoz comunitario destacó que Estados Unidos aceptaba negociar un "instrumento legal", algo de lo que Washington hasta ahora no hablaba, pero la UE enseguida puso objeciones al acuerdo que le vincula al Protocolo de Kioto hasta 2017, porque considera que eso solo ocurriría si se sumaban a otro acuerdo el resto de grandes emisores.

Así que ayer el borrador estaba muy lejos de ser aprobado y todos se preparaban para una larga noche de negociación. El borrador dejaba abierto que todos los países negociarían un Protocolo, un instrumento legal o un resultado legal (de mayor o menor fuerza) y que entraría en vigor "a partir de 2020". Hay quien interpreta que eso implica que empieza en 2020 y otros que después de esa fecha. Habrá años para discutirlo.

Con el retraso acumulado y el texto débil, parecía que la cumbre tenía en juego todo el proceso de Naciones Unidas. Buena parte de los negociadores y de ONG valoran que la discusión ya se centra en cómo los grandes emisores deben estar dentro de los sistemas de control de Naciones Unidas. Pero a la vez, eso deja otra incógnita: si para aprobar un calendario, si para saber si el mundo quiere un protocolo o un acuerdo la pelea es a cara de perro, ¿cómo será cuando se tengan que poner de acuerdo sobre quién recorta las emisiones?

La presidenta de la conferencia, Maite Nkoana-Mashabane, en el centro, escucha una intervención.
La presidenta de la conferencia, Maite Nkoana-Mashabane, en el centro, escucha una intervención.AP

Una ciudad convertida en ratonera

A las 15.24, con todo por decidir y sin que se vislumbrara un acuerdo en Durban, la secretaria de Estado de Cambio Climático en funciones, Teresa Ribera, compareció ante la prensa justo antes de partir hacia Madrid: "Lamento tener que irme ahora porque siempre es mejor asistir hasta el final". La delegación había intentado cambiar el vuelo pero Durban es una ratonera, con miles de personas buscando y cambiando billetes. Así, quedaban en representación, el embajador, Pablo de Benavides, que antes fue embajador ante la OTAN y que ayer estudiaba los rudimentos de la negociación del clima, y una técnica de la Oficina Española de Cambio Climático.

Que estas reuniones se alarguen un día no es tan inusual. La última vez que pasó fue en Bali, en 2007, y entonces la delegación española, con la ministra Cristina Narbona a la cabeza, abandonó el plenario en el que se debatía el texto. Entonces al menos había un texto que aprobar por aclamación.

Ribera destacó ayer que la negociación en la UE seguía en manos de la Comisión Europea, de la presidencia polaca y del Reino Unido, cuyos ministros sí seguían ahí. En Kioto la cumbre incluso duró dos días de más y en La Haya, en 2000, hubo que hacer una cumbre bis seis meses después.

Parte de los españoles presentes en la cumbre (ONG, periodistas, representantes de patronales...) seguían ayer en el centro de convenciones, ya que es un consejo típico no comprar un billete con el tiempo justo por si se alargan las negociaciones.

Una semana de palabras

- Lunes. La comisaria de Acción por el Clima, Connie Hedegaard muestra la frustración europea por tener que negociar otra hoja de ruta, algo que se consiguió en Bali en 2007: "Es frustrante estar así, pero este es el escenario en el que nos movemos, no el que nos gustaría". El negociador chino Xie Zhenhua aceptaría un acuerdo vinculante de emisiones en 2020 si se dan una serie de condiciones. Hedegaard apunta después que no era más que una maniobra.

- Martes. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, admite: "Debemos ser realistas. Un acuerdo vinculante puede estar fuera de nuestro alcance ahora". El enviado de Obama, Todd Stern, tiene el mandato de no comprometerse a negociar un tratado: "Estaríamos abiertos a un proceso para una negociación con resultados después de 2020 y puede acabar siendo un acuerdo legalmente vinculante". La UE pide una hoja de ruta, pero Stern prefiere dejarlo en "proceso".

- Miércoles. Canadá no firmará un segundo periodo de Kioto: "Eso es el pasado".

- Jueves. Stern, que aparece en público como el que bloquea le negociación, da signos de flexibilidad: "La UE ha pedido una hoja de ruta y nosotros lo apoyamos". Posteriormente, el departamento de Estado matiza: "No dijo que EE UU apoye un acuerdo legalmente vinculante como resultado del proceso negociador". Jo Leinen, del Parlamento Europeo, replica: "Me frustra que esta conferencia está secuestrada por el juego de ping-pong de EE UU y China".

- Viernes. La presidenta de la conferencia, la sudafricana Maite Nkoana-Mashabane, se enoja cuando la prensa pregunta por los escasos avances: "Envidio su profesión. Pueden ver a gente trabajando duro 12 meses, o 17 años, y decir que no hemos conseguido nada".

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