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EL CÓRNER INGLÉS
Columna
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¿Hay consuelo para un corazón destrozado?

- "El fútbol es uno de los mayores crímenes de Inglaterra".

-Jorge Luis Borges

¿Qué consuelo hay para el aficionado cuyo equipo acaba de perder un partido enorme? ¿Qué remedio para el que presiente de golpe que sus sueños de gloria se esfuman?

Una opción es recurrir a la filosofía, refugio al que suele intentar agarrarse el que sufre las penas del desamor. Que lo bailado nadie te lo quita, que es mejor haber amado y perdido que no haber amado jamás y tal... Bien, fenomenal. Pero pura mentira. El valor curativo de la sabiduría para el aficionado caído es el de la aspirina para una bala al corazón.

¿Qué más? Pues queda la lógica, queda reflexionar sobre lo absurdo que es atar la felicidad o la desgracia a 11 personas que nunca has conocido, y que no tienen ningún interés en conocerte a ti, porque salen a correr detrás de una pelota durante 90 minutos vistiendo unos colores con los que, por el azar de la vida, has optado identificarte. Queda el deseo de convencerte de que medir tu valor personal en función de la victoria o la derrota de los susodichos 11 es una locura.

Tras ser goleados por el City y caer en la 'Champions', la tristeza de los millones que siguen al United es total

Pues sí, algo de verdad hay en esto. Si no fuera porque semejante aflicción se comparte con tantos más, si la enfermedad futbolera no tuviera condición de ortodoxia social, sería tema para el psiquiatra. Es perfectamente posible que de ahora a unos siglos los historiadores observen nuestro comportamiento ante el espectáculo del fútbol como el de una civilización descerebrada, semejante a la visión que tenemos de los fans romanos en el Coliseo, ávidos ellos de que en el gran derbi de la temporada el gladiador de la cinta blanca decapite al de la cinta morada o de que los leones se coman a los cristianos.

Puedes subirte al tren de la racionalidad, cómo no, y durante el rato que te mantengas arriba algo te servirá. Pero te detienes un segundo, bajas a la tierra y te miras en el espejo, o pones la tele y te asaltan las noticias deportivas, o lees en el teléfono móvil los tuiteríos festivos de los aficionados del detestado equipo rival, y caes una vez más en el mar helado de la realidad. El autoengaño tiene hora de caducidad. La razón es incapaz de domar al corazón, al menos no en el fútbol, como pretendía Jorge Luis Borges.

Decía el argentino que el fútbol era popular porque la estupidez era popular; que despertaba "las peores pasiones..., sobre todo lo que es peor en estos tiempos, el nacionalismo referido al deporte", y que "la idea de que haya uno que gane y que el otro pierda" era "esencialmente desagradable".

Para habitantes de utopías intelectuales como Borges, estos argumentos serán irrefutables. Pero para la gran mayoría que vivimos en el mundo real y sucumbimos a las pasiones futboleras las agudeces borgesianas no nos sirven para nada: es estéril palabrería. O, si no, pregúntenselo a los millones y millones que siguen al Manchester United, el equipo que más aficionados tiene en el mundo. Su desconsuelo hoy es total, irremediable.

Tras perder por 1-6 en casa hace unas semanas contra el rival más despreciado por ellos, el Manchester City, cayeron eliminados de la Liga de Campeones, a cuya final han llegado tres veces en los últimos cuatro años. Quedaron fuera en un grupo compuesto por un equipo portugués, uno rumano y uno suizo, el Basilea, la totalidad de cuya plantilla no vale ni la mitad de lo que costaría en el mercado el mejor del United, Rooney, pero que les ganó el miércoles en el partido decisivo por 2-1.

Ferguson cumple 70 años el día 31 y su cara, hasta hace poco la de un chaval entusiasmado, le delata. La afición del United ha envejecido con él. Su dolor no tiene consuelo. Con respeto al famoso escritor que nunca ganó el Premio Nobel, pretender que sí es lanzar palabras al viento. O, como dirían otros de sus compatriotas (como por ejemplo Gonzalo Higuaín o Ángel di María), al pedo.

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