"Echo de menos que los creadores no den un paso al frente"
Doce personas sin nombre, identificados solo por sus profesiones, se exhiben trabajando ante un público al que no ven por una razón que desconocen. Sobre esa parábola, el novelista Isaac Rosa ha articulado su última obra, La mano invisible (Seix Barral), que presentó recientemente en Bilbao.
Pregunta. La mano invisible es la del mercado que predicó Adam Smith, hoy cada vez más dominante, pero indefinido.
Respuesta. El título es esa referencia obvia a un concepto fundacional del liberalismo y el capitalismo. Usarlo en un momento como este tiene una intención evidentemente irónica. Pero también es la mano que trabaja, que yo intento visiblilizar en la novela, la mano de obra que sufre una considerable invisibilidad social, mediática y literaria. Y hay otra mano invisible más en la novela, que mueve la trama, y que, en último término, es la el narrador.
"La izquierda se está jugando ahora el mayor o menor futuro que le quede"
P. ¿El trabajo solo se puede abordar como una parábola?
R. No quería hacer una novela más o menos previsible sobre unos trabajadores en una empresa a los que les ocurren circunstancias más o menos excepcionales. Lo que quería era que en el centro de la novela no estuvieran los trabajadores, sino el trabajo como tal. Y para eso tenía que construir una novela diferente.
P. De alguna manera plantea el trabajo como lo inefable, lo que no se puede contar.
R. Quería explorar las posibilidades narrativas del trabajo. Partía de la duda de si realmente hay material narrativo en el mundo del trabajo y si las estrategias de la narrativa son las mejores para entenderlo. Hay mucha literatura en el mundo del trabajo y, al tiempo, creo que la ficción narrativa es la mejor forma de acercarse a él y entender realmente lo que hay detrás, entender el malestar de los trabajadores.
P. Los personajes no tienen nombre. Su pasado se define también solo por su profesión.
R. Quería jugar con el propio concepto de identidad. Durante mucho tiempo, todo ese discurso positivo sobre el trabajo decía que nos permitía construirnos una identidad. Quería llevar al extremo la manera en que el trabajo es central en nuestra vida, cómo nos deshumaniza. La vida se ha convertido ya en una vida laboral; no es solo lo que ocurre durante la jornada de trabajo, sino que condiciona todo lo que sucede fuera de ese horario. Realmente, todo en el trabajador hoy es aprovechable para la productividad de la empresa.
P. ¿Se puede aún hablar de escritores comprometidos?
R. Es un concepto que, de entrada, me dice poco. La pregunta sería comprometido con qué.
P. En el sentido clásico del adjetivo.
R. Un compromiso social y político creo que sigue siendo posible y, en momentos como este, es muy necesario. En el caso de España, en particular, echo de menos que los creadores en general, los novelistas, los cineastas, los intelectuales, no den un paso al frente cuando están ocurriendo cosas suficientemente graves para que estuviéramos todos ahí. Y, sin embargo, apenas hay obras de creación que tengan que ver con lo que está ocurriendo. Sí existe una expectativa para el escritor que antes llamábamos comprometido, que más bien hoy llamaría responsable, una expectativa de los lectores que seguramente no estamos cumpliendo.
P. Crecen los Gobiernos de derechas e incluso los directamente xenófobos.
R. En momentos como este de miedo en un sentido muy amplio al final los que sacan partido son los grupos más conservadores, los que ofrecen seguridad, estabilidad y esa política cerrada y no otra cosa. Pero, al tiempo, venimos de un periodo en el que la izquierda ha ido de derrota en derrota hasta llegar aquí. Los años previos a la crisis han sido los del triunfo del neoliberalismo. La izquierda, entendida en el sentido político, sindical, laboral o social, está en uno de sus momentos más bajos y la crisis le ha cogido prácticamente desarmada.
P. ¿Existe un futuro para la izquierda?
R. La izquierda se está jugando ahora el futuro mayor o menor que le quede después de esas derrotas. Debe ver si tiene capacidad para dar respuesta a ese miedo y a los ataques que estamos sufriendo los trabajadores en todo el mundo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.