Un gesto, una necesidad
Acabo de leer que un diputado electo ha renunciado a que el Congreso le pague el acceso a Internet en su casa. Primera noticia que tengo de que sus señorías dispongan de ese privilegio.
Soy profesor titular de la universidad, mis clases se pueden descargar desde el servidor de mi universidad, mis alumnos me pueden consultar a través del correo electrónico sus dudas, puedo gestionar las actas, contactar con los alumnos en grupo o bien individualmente, todo y mucho más de lo estrictamente necesario para que los alumnos dispongan de lo mejor en el mínimo tiempo. Todo esto se hace cuando se puede y muchas veces desde casa. Por supuesto, el acceso a Internet lo pago de mi bolsillo, de ese bolsillo al que ya le redujeron el sueldo hace unos meses y al que se lo van a volver a reducir. Y todo, no por llevar adelante un país (por el que muchos darían hasta la última gota de su sangre mientras sus dirigentes no pueden ni pagarse la conexión a Internet), sino por intentar dar la mejor formación a nuestro futuro.
Renunciar a este tipo de gastos sería un gesto muy bienvenido por la sociedad en estos momentos tan precarios y, más que un gesto, una necesidad.
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