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Reportaje:

Desnudo en la catedral

Un libro recupera los relieves del coro de la seo de Barcelona

José Ángel Montañés

Cualquier iglesia contiene multitud de objetos artísticos creados a lo largo de siglos. Si el templo es una catedral, más, y la de Barcelona no es una excepción. La penumbra del coro de la seo barcelonesa esconde 120 relieves y 230 medallones que ridiculizan las pasiones humanas pero que ilustran, como una fotografía, aspectos de la sociedad del siglo XIV. Entre ellos sorprende el desnudo de un voluptuoso joven.

Junto a las altas columnas de piedra y los arcos apuntados de la catedral de Barcelona, las capillas con imágenes de Vírgenes y santos, rejas, cuadros y demás ornatos, el primer templo gótico barcelonés, dedicado a santa Elena -pese a que su santa más famosa es santa Eulalia, copatrona de la ciudad, enterrada bajo el altar mayor-, esconde en la penumbra de su coro, considerado una obra maestra de la escultura gótica, 120 relieves satíricos que ridiculizan las pasiones humanas de la sociedad del siglo XIV, cuando fueron creados. El canónigo y responsable del patrimonio de la diócesis de Barcelona, Josep M. Martí Bonet, ha arrojado luz sobre estos espléndidos relieves con la publicación del libro Selecta. Des del cor de la catedral de Barcelona, que fue presentado recientemente, con rezo incluido, coincidiendo con el aniversario de la consagración de la basílica.

Se sabe que Pere de Sanglada viajó por Francia y Flandes para comprar los tablones de roble de Brujas -el material más apreciado por los artistas- para crear la sillería de madera. La comenzó en 1394 y tardó cinco años en acabarla con ayuda de toda una escuela de tallistas que trabajaron a destajo. Y ahí sigue, sorprendiéndonos por su riqueza de detalles, tras acostumbrarse nuestra retina a la penumbra de este enclave privilegiado, ya que la nueva iluminación es de muy baja intensidad para no afectar a las pinturas que recuerdan que el emperador Carlos I reunió aquí en 1519 a los caballeros del Toisón de Oro.

Junto a las compasivas misericordias, piezas de los asientos de los coros que aliviaban del cansancio a los clérigos en sus interminables rezos, De Sanglada también creó 230 medallones que rematan los brazos de estas sillas, algunos tan sorprendentes como el de un joven desnudo (eso sí, de espaldas) que gira su torso para quitarse una espina del pie. Seguro que De Sanglada incomodó a más de uno, ya que, lejos de esconder esta representación del voluptuoso joven, la colocó en uno de los sitios más destacados: justo debajo del púlpito y frente a la silla más importante del coro: la del obispo. Estos jerarcas de la Iglesia también aparecen representados en los medallones, junto a santa Eulalia, animales fantásticos y de compañía, monjas, frailes, mujeres realizando labores domésticas, así como un esclavo de gruesos labios y pelo ensortijado.

Pero sin duda donde las pequeñas esculturas alcanzan su mayor categoría es bajo los asientos. Martí Bonet, durante la presentación del libro, primero en la cripta de Santa Eulàlia y luego en el coro, explicó -ante los voluntarios del templo que explican las mil y una historias del edificio- el significado de las imágenes y su localización destacando que las religiosas, pese a lo que puede parecer, son minoría. "Estamos en el coro y en el corazón de la catedral", dijo Martí que este año cumple 50 años como sacerdote, en referencia a las dos acepciones de la palabra cor en catalán. Entre las escenas que destacó están la del exorcismo a una joven, la de los dos hombres que juegan al hockey y la de otros que lo hacen al pimpón mientras dos personas hacen apuestas, la que muestra una pelea entre un gato y un mono, la que presenta dos vigorosos periquitos coronados que podrían utilizar los directivos del Espanyol como imagen para celebrar un título futbolístico, la de dos mujeres que bailan mientras enseñan sus piernas y la de dos jinetes que se baten en duelo. Abundan las escenas amatorias, como la de la pareja de novios en pleno cortejo, la del hombre y la mujer que avivan el fuego del amor con dos enormes fuelles y, por el contrario, la de una pareja que dirime sus diferencias conyugales a golpes.

"En el siglo XIV en Barcelona se construyeron cuatro catedrales en apenas un kilómetro: esta, Santa Maria del Mar, Santa Maria del Pi y la de los Sants Just i Pastor. Y fue posible porque entonces había mucha fe y mucho dinero. Ahora no hay ni lo uno ni lo otro. Menos mal que existe una raza especial, que es la de los turistas", explicó Martí Bonet, con el tono humorístico que le caracteriza. "Gracias a ellos ahora es posible restaurarlos todos para que sigan vivos", remachó.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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