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Crónica:SILLÓN DE OREJAS
Crónica
Texto informativo con interpretación

Entre santa Lucía y Reyes Magos

Manuel Rodríguez Rivero

Señoras y señores: la carrera va a empezar. El próximo sábado ya habrá llegado a las librerías (y pobres de los que no lo hayan hecho) lo mejor de cada sello, cientos de flamantes "apuestas" editoriales dispuestas a competir por un hueco en la (este año muy modesta) cesta navideña de las familias españolas, junto a los consabidos perfumes y corbatas, las resultonas cafeteras Nespresso o -novedad masiva para los bolsillos menos agujereados- los lectores electrónicos. Si no fuera por la proverbial alergia a los datos del sector del libro, podríamos conocer con cierta exactitud el porcentaje que suponen las ventas navideñas en su cuenta de resultados anual. Pero tal transparencia nos está vedada, de modo que, en su ausencia, conformémonos con la mera observación empírica: desde santa Lucía a Reyes Magos se vende un pellizco no desdeñable de esos (aproximadamente) 300 millones de ejemplares que los editores españoles ponen cada año en circulación; bueno, al menos de los que no les son devueltos por las librerías (en torno al 34%). Por lo menos así solía ser antes de que los juguetones Lehman Brothers extrajeran la pieza inferior de la torre capitalista, se tambaleara (¡otra vez!) el irracional edificio de cartón piedra financiero y estallaran burbujas económicas muy diferentes de las que soplaba el añorado alopécico (el actor Clive Arrindell) que, hasta hace poco, anunciaba el sorteo de la lotería (los nostálgicos pueden consultar "el calvo de la lotería" en YouTube). En todo caso, la Navidad libresca ya está aquí, como indican dos clásicos estacionales tan previsibles como el turrón de Jijona o los pedorrísimos calendarios de bebés bien nutridos de la australiana Anne Geddes. El primero es el tradicional libro "femenino" ilustrado de Maeva, que este año se llama Mujeres admiradas, mujeres bellas (en los paratextos se lo describe como "un delicioso homenaje a la belleza y elegancia femenina", ¡glup!), de Karin Sagner (29,90 euros). El otro es el astuto y voluminoso clásico de qualité de El Acantilado, que esta vez ha correspondido a los cinco libros de Gargantúa y Pantagruel, de Rabelais, en meritoria traducción (y sin notas interruptoras) de Gabriel Hormaechea (49 euros). Detrás de ellos vienen todos los demás, una avalancha letrada que hace equilibrios en las mesas de novedades para conseguir los favores de Santa Claus, aún ignorante de los recortes que dictará Rajoy (¡habla, mudito!). Si se siente usted perdido en el proceloso océano libresco recuerde que este suplemento muy pronto publicará la lista de los "mejores del año", lo que podría servirles de recordatorio. En todo caso, un buen criterio en época de crisis y restricción presupuestaria es seguir el consejo implícito en uno de los inteligentes (y póstumos) Aflorismos (Tusquets) de Castilla del Pino: "Saber qué no leer: la forma superior del leer". Vale.

Afroamericanos

En el prólogo de En el pico del águila (Árdora, 1998), Mireia Sentís se sorprendía del apabullante desconocimiento que en Europa se tiene de la cultura afroamericana, a pesar de su enorme impronta en la personalidad de Estados Unidos. Esa carencia se revela aún más aparatosa en el caso de su literatura, ignorada entre nosotros más allá de una docena de autores sincopadamente publicados y no siempre bien traducidos. Para cubrir ese hueco surge la BAAM (Biblioteca afroamericana Madrid), una colección dirigida por Mireia Sentís y José Luis Gallero y editada por La Oficina, el arriesgado sello del diseñador Joaquín Gallego. Para las dos primeras entregas de la colección se han elegido sendos libros relacionados con la actividad del centenar de afroamericanos que integraban el contingente de estadounidenses que acudió a luchar en el bando republicano durante la Guerra Civil. Según los emocionantes testimonios de esos norteamericanos, fue precisamente combatiendo el fascismo muy lejos de su país cuando se sintieron por primera vez libres e iguales a hombres de otras razas. De Misisipi a Madrid, de James Yates (1906-1993), recoge la peripecia vital y el camino de liberación personal de uno de aquellos individuos que, tras abandonar los Estados del sur en busca de mejores condiciones de trabajo en las ciudades industriales del norte, se convirtió en luchador de la causa de la democracia y la libertad de los negros, y adoptó como propia la lucha de los republicanos españoles. Aún más específico es el volumen de Escritos sobre España, del gran poeta (y traductor de García Lorca y Nicolás Guillén) Langston Hughes, que recoge, además de una selección de sus "poemas españoles", diversos artículos y colaboraciones como corresponsal en el conflicto español. Como señala Maribel Cruzado en el estupendo prólogo en que glosa su peripecia vital, política e intelectual, Hughes consigna en sus crónicas y recuerdos no sólo el "dolor de una sociedad rota", sino también la frescura de escenas de la vida cotidiana en que sus protagonistas se muestran capaces de actuar de acuerdo con esa actitud -a la que tan acostumbrados estaban los afroamericanos-, de "reír por no llorar". Dos testimonios apasionantes.

Cine

La referencia, en todas sus formas y avatares, es otro de los géneros muy representados en las mesas de novedades. Me resulta inconcebible que el trabajo de construir un diccionario sobre cualquier asunto pueda resultar apasionante para su autor, pero ese es el caso, por ejemplo, de Augusto M. Torres, que acaba de publicar en solitario su enésimo vademécum cinematográfico, esta vez con el título de 2.500 películas de Hollywood (Alianza Editorial). Si hay alguien con oficio en estas lides es precisamente AMT: en los últimos cincuenta años ha visto -salvo escasas excepciones- al menos una película diaria (y a veces hasta cuatro) y de todas ellas ha elaborado pacientemente la correspondiente ficha técnica y artística, resumiendo su argumento y consignando su valoración personal. Su archivo es como la cueva de Alí Baba del cine mundial, y estoy seguro de que si fuera norteamericano sus diccionarios habrían desbancado a los muy valorados (y usados) de Leonard Maltin. El nuevo incluye todas aquellas películas que, por algún motivo, considera hitos fundamentales o representativos en la larguísima trayectoria de la Meca del cine. Por cierto que en la nómina figuran muy pocas dirigidas por mujeres, y no precisamente por culpa de AMT, sino de Hollywood, que siempre se mostró poco receptivo al trabajo de las directoras. Por su parte, Cátedra, otro sello del Grupo Anaya, acaba de publicar el Diccionario crítico de directoras de cine europeas (coordinado por María del Carmen Rodríguez Fernández y Eduardo Viñuela Suárez), en el que se incluye ficha completa de las realizadoras que han ido construyendo el cine de nuestro continente, desde pioneras como la francesa Alice Guy Blaché (1873-1968) o la italiana Elvira Notari (1875-1946) a las más jóvenes realizadoras de los últimos años.

Ilustración de Max.
Ilustración de Max.

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