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Reportaje:

"Vi cómo venía la bala y entraba en el ojo"

El hombre que recibió el balazo de un policía en un ojomientras visitaba Sol con su familia asegura que sufre grandes dolores de cabeza y depresiones

F. Javier Barroso

Al empresario Antonio Castro Pimentel, de 52 años, le cambió la vida la tarde del 6 de mayo de 2010. Ese día había viajado desde su domicilio en Córdoba para pasar unos días con su familia en Madrid. Acababa de entrar en la Puerta del Sol cuando escuchó una pelea a unos metros de él. "De repente oí paf, paf, paf, de tres disparos y vi cómo venía la bala y entraba en el ojo", explicó ayer en la segunda jornada del juicio que se sigue en la Audiencia Provincial por el incidente.

Castro resultó herido grave como consecuencia del altercado protagonizado por Santiago Manjón Bermúdez, que intentó acuchillar al policía municipal Israel Sánchez Vieco. El empresario iba cogido de la mano con su hija y su esposa. Se dirigían a una terraza tras haber salido de la pastelería La Mallorquina.

"Noté cómo me entraba la bala y me vaciaba el ojo. Sentí un dolor muy profundo y me eché las manos a la cara", recordó ayer ante el tribunal. Fue su esposa quien le quitó las manos y vio que sangraba de forma abundante por el ojo. "No llegué a perder en ningún momento el conocimiento, pero lo pasé fatal. Se acercó a mí una mujer que dijo que era enfermera y solo un policía municipal, y me ayudaron hasta que llegó la ambulancia", afirmó. Castro, que en el pasado fue militar en el País Vasco, dijo estar seguro de que la que le hirió "fue la bala del tercer disparo, el que alcanzó a Santiago en el brazo, porque nada más oír el último tiro vi cómo venía la bala". "Si hubiera venido directo, sin pasar antes por el brazo, me habría entrado por el cráneo y me habría matado. Venía de rebote", concluyó.

El empresario ha sufrido cuatro operaciones, y en el año y medio transcurrido desde el tiroteo ha tenido que viajar más de 40 veces a Madrid para acudir a especialistas. Ha perdido la visión en el ojo izquierdo y lleva una prótesis que tiene que limpiar una vez a la semana y cambiar cada tres años. También sufre continuos dolores de cabeza y depresiones. Tampoco puede conducir ni trabajar con ordenador. "Ya no soy el mismo", aseguró. De hecho, ha tenido que reducir la actividad de su empresa (de ventanas de aluminio y PVC), ya que no puede ir a visitar las obras como hacía antes.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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