Bestias
El llanto está aun más cotizado que el insulto, el enfrentamiento físico y la blasfemia en el teatro de la telebasura. Y todos los muñecos, incluidos los aparentemente rocosos, imagino que deben aumentar el caché cuando se derriten, enseñan las imborrables llagas de su alma, derraman lágrimas, siguiendo perrunamente el guion o improvisando como consumados actores de melodrama. Anoche lloraban en Sálvame el intelectual Antonio David y la trágica lenguaraz Rosa Benito. ¿Que por qué? Adivinen. Por lo máximo, por aquello que loaban los clásicos populares en sus himnos paternales de: "Como se quiere a los hijos ya no se puede querer, un hijo es la gloria que nos manda Dios y por eso se cuidan con tanto fervor". Vale. Lo más heavy del asunto es que Vázquez, mi canalla favorito, se dirige a un chaval con pinta punki que se ocupa del sonido y le pregunta si él está al tanto de la apasionante historia que vivieron en su matrimonio los magnéticos Antonio David y Rociíto. El chaval, que debido a su edad no pudo gozar en directo aquel serial le contesta que claro, que le interesa mogollón. Bueno, es Tele 5, es execrable, pero también una empresa privada, es la pasta de Berlusconi, una oferta a la altura mental de la demanda.
La 1, exhibe (intuyo que a boleo, constatando la salvajada posterior) una obra maestra de la década: Se titula Michael Clayton. Habla de multinacionales, corrupción, el trastorno bipolar de un tiburón del sistema que necesita desesperadamente redención. La protagoniza un excelso Clooney, un hombre que tapa la basura de los poderosos pero que no ha perdido el alma. Finaliza con una larga y magistral secuencia que supone la prueba de fuego para un actor. Clooney aguanta el primer plano en un taxi durante siete minutos. Su rostro revela el tormento que ha sufrido, su rebelión, el perdedor ha ganado, finalmente sonríe. Todo ello en medio de los títulos de crédito. No verían esa sonrisa. Un ladrón, un cafre, un idiota ha cortado ese final para hacer autopromoción de esa cadena. La del ancestral saqueo con dinero público, el pozo sin fondo, el eterno banco de las productoras privadas.
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