El primer centro comercial
En enero, Cristiano Ronaldo y su novia, la supermodelo Irina Shayk, llegaron a Estambul. No venían de paseo, ni mucho menos, sino para la inauguración del último centro comercial de la ciudad. El Demirören en la calle Istiklar, la Gran Vía de Estambul, abría sus puestas con una oferta imbatible: una firma del astro merengue por cada 200 liras de compra. Y funcionó, ¡vaya si funcionó! La avalancha de compradores fue tal que Ronaldo no se atrevió a acercarse al establecimiento. El encuentro se saldó con una gran caja para los organizadores y un gran cabreo para los fans. Las ofertas, festivales y actuaciones son una estrategia común en los más de 80 grandes almacenes de Estambul. Pero uno no necesita de trucos: es el Gran Bazar, el primer centro comercial de la historia, que en 2011 ha cumplido la friolera de 550 años.
El Gran Bazar ha cumplido este año la friolera de 550 años
En el 90% de los establecimientos el pago se realiza en efectivo
Lo construyó Mehmet el Conquistador en 1461 y fue, probablemente, una de las primeras zonas francas del mundo, donde los comerciantes podían tratar sin el habitual control aduanero. Todavía mantiene parte de la independencia administrativa de antaño; por ejemplo, casi el 15% de sus 3.600 tiendas no están registradas ni se conoce a sus propietarios. La variedad étnica es otro sello de la casa, heredado de las épocas en que los turcos llegaron a orillas del Danubio. Un 20% de sus vendedores no son turcos musulmanes, sino griegos, judíos o armenios, cuando en la calle tan solo representan el 1% de la población.
Durante los días lluviosos de otoño, la visita al Gran Bazar es obligatoria. La última vez que me acerqué para saludar a mi amigo Ömer Oktay, un vendedor de lámparas, lo encontré regateando ferozmente con una pareja de españoles. Cuando yo daba la venta por perdida, Ömer les espetó: "¿30 liras? ¡Usted es un tacaño! ¿No será catalán?". Y para mi sorpresa, la cerró. Cuando los compradores se fueron, Ömer me resumió cinco siglos de ventas: "A los españoles os gustan las bromas, para los italianos tienes que conquistar a las mujeres, y con los japoneses no has de preocuparte, siempre compran".
En su tienda, como en el 90% de los establecimientos que hay en las 64 calles del bazar, se paga en efectivo. Un pequeño capricho en un mundo globalizado. Eso sí, a nadie se le olvida la importancia de los idiomas, que marcan la diferencia entre ser patrón o empleado. Por eso, muchos vendedores se apuntan a los cursos especializados que organizan las escuelas de lenguas, como el Instituto Cervantes. Son importantes sobre todo cuando se cierran negocios de gran envergadura. Y es que el poderío económico del Gran Bazar no reside en sus souvenirs, sino en su oro. Cada día, dos toneladas de este metal cambian de mano bajo sus cúpulas y lo convierten en el principal lugar de compraventa del país.
No es su único récord. Según la revista Travel + Leisure, es, con 15 millones de turistas, la atracción más visitada de Europa. Casi 12 millones más que la españolísima Alhambra y más del doble que la Torre Eiffel, que apenas alcanza los siete millones. Vistos estos datos y la pericia de los vendedores, ¿deberíamos dejar de acudir a las escuelas de negocios y pagarnos un MBA en una tienda de pashminas?
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