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Columna
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Conclusiones e interrogantes

De los resultados electorales del domingo se pueden extraer ya algunas conclusiones, aunque plantean también numerosos interrogantes. Primero, las conclusiones.

1. Tras las elecciones generales, con la excepción de Cataluña y el País Vasco (Andalucía probablemente caerá en marzo), todo el poder político e institucional en España está en manos del PP. Sin embargo, conviene resaltar que el Partido Popular consigue mayoría absoluta en las Cámaras y su mejor resultado histórico con tan solo 500.000 votos más que en 2008 y con menos apoyos que recabó el PSOE en aquellos comicios. Esto se debe al hundimiento del Partido Socialista, que pierde más de cuatro millones de votos y protagoniza la mayor debacle que un partido ha sufrido en todo el periodo democrático, con la excepción, claro está, de UCD en 1982.

Después del 20-N, parece muy difícil una alternativa creíble al Gobierno de Feijóo

2. La suma de los votos del PP y del PSOE, es decir, lo que se conoce como la clave de bóveda del bipartidismo, retrocede 11 puntos. Tal cosa sucede porque el PP ha sido incapaz de incorporar a su proyecto, salvo en una mínima parte, a los millones de ciudadanos que abandonaron al PSOE. En este sentido, se puede afirmar que el PP tiene más poder político que el que en condiciones normales hubiese conseguido por su apoyo social.

3. El aumento del pluralismo político que deriva de estas elecciones se produce fundamentalmente en el campo progresista, y es el producto de la dispersión de los apoyos del PSOE, que centrifuga votos en todas las direcciones imaginables.

4. Las elecciones del domingo han vuelto a poner de manifiesto, con más fuerza que nunca, que la expresión política diferenciada de las llamadas comunidades históricas (naciones) es una componente estructural de la democracia española. En Euskadi, PNV y Amaiur son las dos principales fuerzas políticas del país, doblando en escaños la suma de los obtenidos por el PSOE y el PP, y en Cataluña CiU gana por primera vez en unas elecciones generales.

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5. Los catastróficos resultados socialistas dejan a la izquierda en una situación muy difícil en un momento en el que están en juego las conquistas sociales y los derechos alcanzados a través de un largo proceso civilizador en nuestro país. Es cierto que IU logra un buen resultado, con 11 diputados y una subida de 700.000 votos. Pero incluso este dato conviene relativizarlo. Basta recordar que en 1993 y 1996 IU consiguió 2.700.000 votos (un millón más que el domingo) y 21 diputados, y todo ello sin que se produjera ninguna debacle del partido socialista, que ganó las elecciones del 93 y perdió las del 96 por el escaso margen de 300.000 sufragios.

6. En Galicia el triunfo del PP es indiscutible. Quizá sea arriesgado decir que el resultado representa un respaldo explícito a la gestión del Gobierno Feijóo y no un simple reflejo del avance del PP en toda España. Pero lo cierto es que en Galicia el partido conservador experimenta un crecimiento porcentual muy superior a la media española. Lo que no deja lugar a dudas es el resultado de los dos partidos de la oposición: debacle socialista como en todas partes, y ligero retroceso en votos del BNG que, aunque mantiene los dos diputados, fue incapaz de atraer siquiera una mínima parte de la estampida socialista. Después de estos resultados, y a un año vista de las elecciones autonómicas, es muy difícil que estos dos partidos puedan presentar una alternativa creíble al Gobierno presidido por Núñez Feijóo

Ahora, algunos interrogantes. El primero y más importante ¿cuáles van a ser las prioridades del Gobierno presidido por Rajoy, y a qué ritmo se desarrollará su programa? ¿Cuál será la respuesta a la previsible política del nuevo Gobierno conservador, teniendo en cuenta que este cuenta con una amplia mayoría política pero no dispone de la mayoría social? ¿En qué términos se va a plantear el problema de la división territorial del poder tras los resultados producidos en Cataluña y el País Vasco? ¿Cómo se va a situar Galicia en ese debate? ¿Cómo se producirá la recomposición de la izquierda en España? ¿Estará dispuesto el PSOE a formular y articular un proyecto realmente socialdemócrata contando con la pluralidad política y social de la izquierda, o volverá a intentar reeditar el llamado proyecto autónomo (bipartidista) marginando y aun despreciando al resto de la izquierda? ¿Volverá IU, tal como se desprende de las declaraciones de Cayo Lara, a resucitar la teoría de las dos orillas y el sorpasso, que en tiempos de Anguita llevó a la coalición al desastre político y electoral, o, por el contrario, está dispuesta IU, desde su identidad e independencia, a colaborar con el resto de la izquierda, incluido el PSOE, para hacer frente eficazmente a las políticas del nuevo Gobierno? ¿Reconocerá el BNG que un ciclo se ha cerrado tanto en la política gallega como en su organización, lo cual plantea la necesidad de reformular su proyecto político y organizativo, como condición indispensable para poder recuperar el impulso, hoy agotado, y reiniciar un proyecto expansivo? Las respuestas a estas preguntas no se harán esperar por mucho tiempo.

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