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Crítica:FESTIVAL DE JAZZ DE BARCELONA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Orgía de ritmos

Michel Camilo es un viejo conocido de la afición barcelonesa. Aquí tiene seguidores incondicionales que tanto le siguen en sus audacias latinas casi circenses ante el piano como cuando se pone más serio y afronta una partitura de Gershwin con la orquesta sinfónica de la ciudad. La propuesta musical de Camilo es de las que no aceptan medias tintas: o se le ama o se le odia y aquí se le ama con locura.

Así, no es de extrañar que el Palau de la Música volviera a llenarse para recibir una vez más al pianista dominicano. La diferencia fue que esta vez compartía protagonismo escénico con otro personaje tan volcánico o más: el percusionista puertorriqueño Giovanni Hidalgo, Mañenguito para amigos y seguidores. Otro fuera de serie que nunca había actuado por aquí como verdadero solista (siempre integrado en grupos de mayores dimensiones) y que solo o en compañía de Camilo creó una auténtica orgía de ritmos sencillamente devastadora.

MICHEL CAMILO-GIOVANNI HIDALGO

Mano a mano.

Palau de la Música, 16 de noviembre.

Entre ambos se instaló el contrabajista cubano Charles Flores, más un convidado de piedra que otra cosa. Podía haber estado allí como no haber estado presente, porque realmente la velada se resumió, como ya apuntaba el título del concierto, en un mano a mano entre Camilo e Hidalgo.

Todo era posible ante dos músicos tan virtuosos pero en la noche del miércoles el equilibrio entre la exhibición pirotécnica y la profundidad musical fue casi perfecto. Hubo exhibición, sobre todo por parte de Mañenguito, que una vez tras otra dejó al público boquiabierto con sus excesos percusivos fuera del alcance de cualquier otro mortal. El puertorriqueño tocó todo lo que pudo y más utilizando seis congas ¡y sacando partido de todas ellas!

En los temas más latinos Mañenguito encadenó momentos atronadores que levantaron al público de sus asientos, pero no todo quedó ahí. Probablemente, lo mejor de la noche fueron un par de baladas en las que Camilo puso toda la carne en el asador consiguiendo dos pequeñas joyas, lo que caló más hondo: dos piezas tan diferentes como Alfonsina y el mar y el Naima, de John Coltrane, sirvieron para demostrar que entre tanta agilidad y rapidez de ejecución también puede ocultarse un poco de alma.

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