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EL CÓRNER INGLÉS | FÚTBOL
Columna
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Solos contra el mundo

"Siempre hay algo de razón

en la locura". Friedrich Nietzsche, filósofo alemán.

Imagínense cómo se sentirían Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre y compañía si el electorado español decidiese hoy votar contundentemente a favor del PSOE, convencidos de que el Gobierno en el que Alfredo Rubalcaba ejerció como eminencia gris del anterior presidente (¿cómo se llamaba, por cierto?) había hecho una espléndida labor administrando la crisis. No entenderían nada. Estarían al borde de la locura.

Pues así es como se sienten los ingleses ante la incapacidad del resto del mundo de comprender lo que ellos ven con absoluta claridad, que la continuidad de Sepp Blatter como presidente de la FIFA es una ofensa contra la razón y la moralidad. Hace tiempo que piensan de esta manera. Los periódicos ingleses dieron los nombres y los apellidos de integrantes del ejecutivo de la FIFA que vendieron sus favores al que más pagaba y poco después resultó que la súper rica, microscópica Catar fue nombrada sede del Mundial 2022. No pasó nada. La FIFA celebró elecciones y Blatter, por cuarta vez consecutiva, las ganó.

Los ingleses están indignados porque nadie más ve con claridad que Blatter debe dimitir

Pero lo de esta semana llevó a los ingleses a niveles desconocidos de indignación. ¿Qué hizo Blatter? Pues en la pregunta está buena parte de la respuesta. Porque lo peor de todo (para los buenos de los ingleses) es que prácticamente nadie (fuera de Inglaterra) se enteró de la última barbaridad de Blatter, la más grave. Se quedaron solos frente al mundo.

Lo que hizo Blatter fue lo siguiente: decir que cuando un jugador lanza un insulto racista contra otro jugador dentro del terreno de juego lo que hay que hacer es darse la mano al final del partido y olvidarlo. ¡La que se armó! Ningún banquero corresponsable de la crisis financiera -ni los que hoy siguen cobrando bonus multimillonarios- ha sufrido más oprobio en Inglaterra que el presidente de la FIFA. "¡Blatter dimisión!", chilló un titular, un editorial tras otro, dando voz al consenso de la sociedad sobre el menosprecio que el presidente de la FIFA pareció haber demostrado hacia el siempre candente tema de la discriminación racial.

Neil Warnock, el entrenador del Queen's Park Rangers, llegó al extremo de proponer que todos los jugadores negros del mundo deberían negarse a jugar con sus selecciones hasta que Blatter renunciara. En Inglaterra la idea no fue recibida como un disparate; en el resto del mundo, sí. El silencio de las federaciones africanas de fútbol respecto al desliz de Blatter ha sido sepulcral. Los brasileños tampoco han dicho nada

¿Quiénes son los locos aquí, entonces? ¿Los ingleses, o los demás? Quizá todos. Y quizá los ingleses sean, encima, unos hipócritas, ya que se armó mucho menos alboroto en su país cuando John Terry emergió del túnel esta semana como capitán de la selección inglesa en un partido contra Suecia pese a que el propio Terry está siendo investigado en este preciso momento por una acusación de haber lanzado... ¡un insulto racista contra un jugador negro durante un partido hace un par de semanas!

Pero quizá también sea posible estar loco, ser hipócrita y tener razón. El racismo o es importante o no lo es, y si lo es lo que dijo Blatter fue una enorme estupidez. A la que se suman ya muchas más. Como su respuesta a aquellos que dijeron que no se le debería de haber dado el Mundial a Catar porque, entre mil razones más, en aquel país la homosexualidad es ilegal. Pues, bromeó Blatter, que los gays que vayan al Mundial de 2022 se abstengan de practicar el sexo.

Todo vale en el imperio Sepp Blatter. Puede ofender a cualquiera, puede estar al mando del organismo internacional menos transparente que existe, al que no casualmente se le han hecho infinidad de acusaciones de corrupción, y puede dar su bendición al grotesco sinsentido de conceder un Mundial a un país de 225.000 ciudadanos en el que hace 50 grados en junio, pero ahí sigue, reelecto no una, no dos, sino tres veces. Los orígenes del fútbol radican, dicen, en la edad media. La FIFA ahí se quedó. Afortunadamente la democracia parlamentaria, invento inglés del siglo XVIII, ha calado en otros sectores de la humanidad, como hoy vemos en España.

Joseph Blatter, en la sede de la FIFA, en Zúrich.
Joseph Blatter, en la sede de la FIFA, en Zúrich.STEFFEN SCHMIDT (EFE)

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