La nana
Duérmete niño, duérmete ya, que si no vendrá la prima de riesgo y te comerá. Esta nana nos la cantan en los medios de comunicación a todas horas. Nos amenaza un enemigo invisible, así que nos proponen cerrar los ojos y reposar tranquilos. Cuando despertemos, encontraremos otra Europa y nosotros dentro de ella. No será un sueño, sino una inescapable realidad.
En días pasados, los medios han medido su acercamiento a la huelga sanitaria de Cataluña y a las protestas educativas en Madrid. Estamos en campaña electoral y la consigna es conceder al mitin la prioridad y dejar la vida real en un segundo plano. Recortes y degradación no despiertan del todo la implicación ciudadana, porque coinciden en el tiempo con la nana del miedo.
La costumbre de enfermar convierte a los seres humanos en sujetos necesarios de la sanidad. Nadie escatima recursos para lograr curarse o curar a los seres queridos. La educación es el mejor regalo que podemos hacer a nuestros hijos. El que conoce los países, incluso grandes países ejemplares en otras muchas cosas, donde la sanidad y la educación no está garantizada por el Estado igualitario, sabe dos cosas. La primera es que las aseguradoras privadas son negocios tan multimillonarios que se permiten formar entramados financieros que poseen marcas comerciales, patrimonio inmobiliario y hasta salas de cine y equipos deportivos. La segunda es que las familias están obligadas a dedicar una partida fundamental de su ahorro a costear la educación de calidad para sus hijos o nietos, tratando de evitar que la desigualdad económica sea la que dicta la ambición académica de las personas, pero sin lograrlo del todo.
Es hora de que en el uso público del lenguaje dejemos de llamar recortes a lo que ha de definirse como automuti-lación. Por más que estemos en campaña electoral, arrancarse un brazo no es una decisión ideológica. Si los españoles toleran que dos partidas tan sustanciales del juego vital como la sanidad y la educación pasen a convertirse en un negocio privado, habremos asistido a un deporte nuevo, el salto de altura hacia abajo. Pero quién no cierra los ojos si la nana te advierte de que de no hacerlo alguien vendrá y te comerá. ¿Quién? Sigan el rastro del dinero.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.