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ELECCIONES 2011
Columna
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¿Puede aún salvarse el PSOE?

Enric Company

Ocasiones ha habido en las que el electorado se ha decantado en el último momento y ha dado un giro respecto a las tendencias señaladas por los sondeos. Es lo que sucedió en 1979 con un Adolfo Suárez todavía potente y en el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN con un Felipe González en su apogeo. Y fue también lo que ocurrió en 2004, cuando Mariano Rajoy creía que iba a heredar la presidencia del Gobierno y se quedó con la miel en los labios. No parece que estemos en ese tipo de vísperas. Suárez y González supieron y pudieron plantear en 1979 y 1986 la ecuación "yo o el caos", cada uno su manera, desempatando en el último suspiro equilibrios muy igualados e incluso desfavorables. En 2004 fue el propio PP el que, en el postrer tramo de legislatura, incluidas unas trágicas vigilias electorales, se presentó ostentosamente como insoportable para la mayoría del país, que era políticamente progresista.

El acoso de los mercados a 12 de los 17 Estados del euro desmiente el principal argumento electoral de Rajoy

Ahora no se vislumbra empate alguno. Al contrario, la hazaña que Alfredo Pérez Rubalcaba persigue es la de romper una mayoría absoluta adversa que todos los augures, es decir, los sondeos, dan por decidida. Para romper la tendencia tan unánimemente señalada debería poder culminar su campaña lanzando un cohete de tal potencia que sacara de sus casas a la numerosísima parte del electorado potencialmente afín que ha decidido quedarse en ella. Porque, pese a todo, puede que la mayoría del país siga siendo políticamente progresista.

Lanzar un cohete tan potente es virtualmente imposible en un sistema mediático como el existente en la España de 2011. Los vectores mediáticos son ahora muchos más que hace tres o cuatro décadas y el promedio de su tendencia general es conservador. La televisión ya no es solo cosa de TVE. La audiencia de la actual oferta televisiva está muy troceada, lo que impide repetir hitos como las dramáticas intervenciones de Adolfo Suárez y Felipe González en 1979 y 1986, que llegaron a casi todo el electorado a través de la pequeña pantalla.

¿A qué cohete podría recurrir ahora Rubalcaba? Si, según los sondeos, hay en Andalucía unos 700.000 ciudadanos que habían votado al PSOE y se disponen a votar ahora al PP, la pregunta que cabe formularse no es ya solo de tipo electoral. El retroceso electoral que se vislumbra se deberá en su caso a actuaciones políticas anteriores, tendencias consolidadas durante meses o incluso años. Esto no lo arregla un eslogan, una apelación dramática, por mucho que se refiera a elementos de la vida social tan importantes como el modelo de sanidad pública o la enseñanza, por hablar solo de servicios sobre los que, ahora mismo, las derechas han abierto grandes interrogantes en las comunidades que gobiernan, despertando una notable inquietud social.

Bien mirado, la caída del conservador Silvio Berlusconi y lo que le ha seguido en la Unión Europea podría haber sido un gran cohete electoral capaz de alejar del PP a muchos electores que no se sitúan a sí mismos en la derecha y sin embargo se aprestan a votarle para dar curso a la alternancia. Rajoy lleva toda una legislatura, y la actual campaña electoral, afirmando que lo esencial de la crisis económica en España se debe a la mala gestión de Rodríguez Zapatero y que la solución consiste en ponerle a él en el Gobierno. Pero ayer 12 de los 17 Estados de la zona euro, entre los que hay muchos gobernados por la misma derecha que aquí se presenta como solución, entraron en la zona tormentosa en la navega España. Y al máximo nivel posible, es decir, por boca de los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de la Comisión Europea, el conservador José Manuel Durao Barroso, se dijo también ayer algo que desde hace meses sostienen no pocos economistas y algunos partidos de izquierdas: la crisis de la deuda que ha acogotado a los Gobiernos de Irlanda y del sur de Europa es sistémica, y no es posible resolverla actuando solo a escala nacional. Es de la UE. Es del euro. Es el producto de una falta de confianza de los inversores en el euro y en la capacidad de las instituciones europeas para devolvérsela. Estas rotundas tomas de posición ¿no deberían influir en la decisión de los electores españoles? Esto no lo arregla Rajoy por mucho que se presente como la luz al final del túnel.

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