Mirar a los ojos
En los anuncios de campaña de Josep Antoni Duran Lleida y de Carme Chacón hay una coincidencia inquietante: ninguno de los dos mira a la cámara, ninguno de los dos mira a los ojos. Él tiene la mirada hacia arriba, apuntando a un futuro impreciso. Ella está como concentrada, con la mirada baja. Él parece buscar en las nubes la brumosa propuesta del pacto fiscal, ella meditar sobre un país empantanado. En cualquier caso, ambos parecen huir de los ojos de los ciudadanos. ¿Miedo? ¿Inseguridad? ¿Pudor? Uno diría que a la hora de desgranar sus promesas, muchas de ellas hechas con materiales ideológicos de derribo, prefieren que no se les pille la mirada, quizás se notaría demasiado que no pueden garantizar su cumplimiento. Estas son unas elecciones en las que no se escucha a los candidatos, porque la gente da por supuesto que el trecho entre lo dicho y lo hecho será enorme. Y sobre todo porque la gente está convencida de que no deciden los Gobiernos y de que, si alguien tuviera la osadía de decidir su destino, sería parecido al de Yorgos Papandreu.
Son de agradecer los intentos de decir cosas de los candidatos Joan Coscubiela y Alfred Bosch
Por eso son de agradecer los intentos de decir cosas de los candidatos minoritarios Joan Coscubiela y Alfred Bosch. Aunque en el contexto, también sus palabras están condenadas a quedar a beneficio de inventario. El escepticismo es una buena protección frente a la frustración. Pero estas elecciones son las del escepticismo gris, es decir, las del que no espera nada, del que da la frustración por garantizada.
En una campaña tan plana, solo son noticia las salidas de tono. Dice Duran Lleida que es una anomalía que el PSC gane siempre las elecciones al Parlamento español en Cataluña y que las tendría que ganar CiU, que por algo es el partido hegemónico. Por supuesto, es lógico y natural que Duran aspire a ganar las elecciones y a que los suyos las ganen todas. Hasta aquí nada que objetar. Pero es sospechoso que considere anómala una situación que se ha dado sistemáticamente durante 30 años. ¿Tanto tiempo y todavía Duran no sabe por qué ocurre esto? Es bastante sencillo. Basta tener en cuenta qué es lo que se elige en estas votaciones. Se eligen los diputados del Parlamento español, por tanto, la mayoría que gobernará España. Y solo se dispone de dos opciones reales de gobierno: PP o PSOE. Se da el caso de que en Cataluña hay una mayoría de ciudadanos que prefieren que gobierne el PSOE. Y por eso hay votantes de CiU y de otros partidos que cuando se trata de escoger entre el PP y PSOE optan por el PSC, que es la vía directa para impedir que gobierne el PP. No parece muy anómalo. Lo que si sería bastante anómalo es que, en esta ocasión, con CiU todavía con el viento favor de sus recientes victorias, a pesar de los recortes, no atrape a un PSC en plena crisis de identidad. Y si CiU no gana, cosa que aún está por ver, Duran tendrá la responsabilidad de una campaña que habrá sido una buena oportunidad perdida.
La desesperación hace cometer disparates. La templada candidata Chacón se ha visto desbordada por el juego al límite del aparato de su partida. El vídeo sobre los recortes de sanidad en que aparece un hombre que muere desatendido no es solo un error. Es un síntoma de que hay gente que cree que todo está permitido. La salud tiene que ver con la vida y la muerte. Y las cosas de la muerte son muy delicadas, porque llevan incorporadas una carga muy grande de misterio, de miedo y de angustia. Se puede y se debe criticar una política de recortes mal enfocada y denunciar las consecuencias negativas que pueda tener para la salud, pero especular con el dolor y la muerte es cultura política basura, al modo de los shows del berlusconismo. Una familia tiene todo el derecho a presentar una querella si siente que ha sido irregularmente tratada. Un partido no puede buscar dividendos en el morbo del sufrimiento ajeno. Es un anuncio completamente errado. No favorece en nada la imagen del que la emite, que queda como un carroñero. Y al mismo tiempo produce el efecto contrario al deseado. Esta dramatización de la situación ahonda en la tristeza, el desconcierto y el miedo, que es el estado de ánimo que predomina si se leen las entrañas de las encuestas de opinión. Desde luego, algunos hacen bien en no mirar a los ojos.
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