Un caso insólito

Lo que para ella es normal, para el resto resulta extraño. Hace tiempo que no se daba una situación tan singular como la protagonizada por Silvia Pérez Cruz, una cantante que no se adscribe a ningún estilo ya que su estilo es personalizar todo aquello que canta, sea habanera, copla o chacarera. Y lo mejor es que ocurre con tal naturalidad, falta de pretensión y franqueza que acaba pareciendo lo más normal del mundo. Se acepta incluso que, sin haber publicado disco en solitario -su voz está presente en unos 16-, nadie la contemple como una segunda voz, sino como la mejor voz que ahora mismo hay en España. Lo suyo es insólito.

Como insólito resulta que una artista sin disco propio llene el Coliseum. Lo hizo el viernes por la noche, agotando las entradas y rindiendo a su público con un concierto de marcado acento emocional en el que Silvia quiso recordar a su padre, quien murió el 10 de noviembre del año pasado y que habría cumplido 56 el día del concierto. No podía dar un mal concierto con todos los pronunciamientos a favor.

No lo hizo. Silvia recordó las canciones que su padre le enseñó de pequeña, una de las primeras Alfonsina y el mar; cantó las que más le gustaban, por ejemplo Menuda, e interpretó canciones propias que a él le gustaban, como la preciosa Nao sei, que como ella compuso en Portugal, la compuso y canta en portugués. Así de sencillo y natural. Tanto como su presencia en escena y como su voz, un susurro cálido que desarma tanto por su colorido como por la capacidad que tiene Silvia de adaptarse a cualquier registro insuflando pasión. Su éxito, clamoroso, la está convirtiendo en algo extraño por inusual: una artista muy popular sin canción alguna famosa.