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ELECCIONES 2011 | Los actos de campaña
Columna
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Conservadurismo

Es apática esta campaña electoral, casi inexistente más allá de las televisiones oficiales o paraoficiales, casi invisible y muda, aunque el lunes, en Granada, el día del debate televisivo entre Rubalcaba y Rajoy, oí en la calle Reyes Católicos a un propagandista con megáfono. No lo entendí, porque la voz amplificada zumbaba y retumbaba, pero el tono era de irritación política. En el autobús número 33, el jueves, camino de la estación, volví a oír un grito electoral dirigido a un teléfono móvil: "¿Viste el debate?". El entusiasta se apeó inmediatamente, por suerte, pero supongo que se refería al debate en TVE, en una atmósfera azul PP, como si el PP fuera reconocido vencedor incluso por su contrincante más íntimo, el PSOE.

Son signos raros, como el eslogan socialista en los carteles rojos que cuelgan de las farolas. "Pelea Por lo Que Quieres", dice y, si el paseante lo lee de arriba abajo, lo primero que encuentra es PP, Pelea Por..., PP en vertical, en todos los carteles. Es ésta una campaña a media voz, compatible con el cliché funesto de que la política es un poco indeseable, pero esa timidez calculada choca con los eslóganes partidarios, que suenan a órdenes de arenga militar: Rebélate, pelea, mandan IU y el PSOE, batalladores. La movilización del PP no pide sublevarse o luchar contra nadie. Exige voluntarios: Súmate al cambio. No dejes pasar la cabalgata de los vencedores.

Me recuerda el principio de una novela que aconsejo otra vez, aunque sea vieja y probablemente la haya leído todo el mundo, Viaje al fin de la noche, de Louis Ferdinand Céline. Empieza con dos amigos en un café, dedicados a criticar la realidad repugnante, cuando dobla la esquina un regimiento detrás de un estupendo coronel y una banda de música. Recogen voluntarios para la guerra mundial. Uno de los amigos, entusiasmado, sale corriendo a alistarse, desfila por la ciudad entre vítores, flores y fervor, hasta que la música se acaba, se cierran las puertas, y ya están en el cuartel, arrepentidos y camino de las trincheras.

Juntos ahora mismo PP y PSOE en el susto por la posible presencia futura de partidos minoritarios en el Parlamento, partidos que nos devuelvan a la realidad de que el sistema político español no es presidencialista, sujeto a la guía de un líder, sino parlamentario, lo más raro de estas elecciones es la entrega del PSOE a su rival gemelo en el sistema bipartidista o de bipartido único. No es sólo la coincidencia de la P y la P en el cartel del PSOE; ni el color dominante en el debate televisivo Rubalcaba-Rajoy, que afectaba a la corbata del candidato socialista; ni que Rubalcaba se dedicara a glosar el programa rival antes que a explicar las decisiones del Gobierno del que procede y las decisiones que tomaría en caso de una nueva victoria del PSOE. Hay un conservadurismo inconsciente incluso en la mordacidad inagotable del primer candidato socialista por Sevilla, Alfonso Guerra, con sus insinuaciones mitineras, entre risillas del auditorio, a una relación entre el alcalde sevillano, juez en excedencia, y la juez que se ocupa de supuestos fraudes en expedientes de regulación de empleo. "Si se ríen es que saben más que yo", remachó y halagó a su público el candidato socialista..

La murmuración es una táctica propia de la política derechista, más propia cuanto más conservadora, cuanto más ultraderechista sea la política. Son procedimientos que restan votos progresistas, provocan abstenciones, apartan de ciertos modos pasionales de pensar o de argumentar, por decirlo de alguna forma. Uno de los patriarcas del pensamiento reaccionario, Joseph de Maistre, recomendaba atacar íntima y personalmente a los enemigos políticos, porque las razones no convencen a nadie, o eso le dictaba su mentalidad. Las risas del público de Guerra resuenan en un casino o en un bar rancio, en un antiguo mundo masculino.

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