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¡Peligro, he hablado!

Ashton Kutcher, último famoso en dejar Twitter por una metedura de pata

Opinar ya no es lo que era. El mundo de lo políticamente incorrecto ha dado un vuelco desde que existen las redes sociales. Si una celebridad mete la pata, puede perder trabajos, negocios o simplemente la capacidad de expresarse alegremente y sin pensar como hacemos el resto de los mortales. Tener una opinión con peso público tiene ese inconveniente: si tu voz es tan poderosa como para que multiplique la recaudación en las campañas contra el hambre, una palabra equivocada, o que dé pie al equívoco, puede ser mortal. Esta semana el efecto de lo que han dicho tres celebridades ha provocado cataclismos en sus vidas de diferentes dimensiones.

El caso más significativo ha sido el de Ashton Kutcher, un actor con más de ocho millones de seguidores en Twitter, que caía el jueves de su trono virtual víctima de su propia desinformación. Joe Paterno, un veterano entrenador de fútbol americano, acababa de ser despedido por ocultar a las autoridades una denuncia de abusos sexuales a niños contra uno de sus colaboradores. Kutcher no se había enterado del escándalo, creyó que despedían a este mito del deporte por viejo y salió en su defensa en Twitter, diciendo "¿Por qué despedís a Jo Pa? #insulto #sinclase como fan suyo me parece de mal gusto". En cuestión de minutos el tuit del marido de Demi Moore, fundador de una ONG contra el tráfico sexual de niños, encendió la Red. Al comprender su error, el actor se disculpó con otro tuit y borró los anteriores, pero la mala prensa virtual ya se había propagado. Fue la gota que colmó el vaso: el jueves anunciaba que desde ahora sus palabras serán editadas por una empresa "para asegurar la calidad de su contenido". Kutcher lo explicaba en su bitácora en un escrito que resume lo que significa hoy ser famoso y comunicarse a través de las redes sociales: "Twitter comenzó siendo una plataforma de comunicación en la que la gente podía decir lo que pensaba en tiempo real, y si se equivocaba la comunidad ayudaba rápidamente a replantear una opinión. Era una conversación, un instrumento educativo, un centro de opinión que animaba al debate saludable. Ahora es una plataforma de publicación masiva donde los tuits se convierten rápidamente en noticias que se propagan por el mundo y la desinformación se convierte en alimento volátil para los críticos". Y tiene razón: la frescura que definió al Twitter de los inicios muere así víctima de su propio éxito, como han muerto, desde siempre, muchos famosos.

El cocinero Mario Batali y el productor Brett Ratner también se lían en la red

Bien lo sabe el director Brett Ratner, quien, tras decir esta semana que "ensayar es cosa de maricones", provocó la indignación viral del mundo gay y tuvo que renunciar a producir la gala de los Oscar, arrastrando en su caída a Eddie Murphy, a quien había escogido para presentarla.

Al cocinero Mario Batali también se le atragantó el verbo. Durante una charla en Nueva York comparó el martes a los banqueros con Hitler y Stalin, algo que no gustó entre la gente que se dedica a las finanzas. Nacía así el #bataligate: banqueros y brokers emprendían una guerra demoledora contra sus lujosos restaurantes a través de las redes sociales, pero sobre todo a través de las terminales de Bloomberg, desde donde se mueven los hilos de los mercados financieros y con su propia red de comunicación interna. Desde allí llamaban al boicot de todos los locales del chef con frases como: "Cancelen todas sus reservas en Batali, Babbo y Del Posto" o "Espero que se ahogue en su propia pasta". Un inversor anónimo clamaba: "No alimentes la mano que te da de comer. Te sugiero que busques nuevos clientes. Por ejemplo, los que están acampados en el parque Zuccotti". Cuando Batali pidió disculpas y explicó que solo estaba tratando de hacer una metáfora, el daño ya era irreparable y le llovían las cancelaciones.

El actor Ashton Kutcher.
El actor Ashton Kutcher.

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